domingo, 15 de enero de 2012

Por la corriente de la acequia

Esta mañana, de muy temprano, llegó una carta sellada. La trajo Luisillo, el nuevo cartero que reparte desde el Carril del Picón hacia las huertas.
Cuando vi su letra, su caligrafía preciosa, me dio un vuelco el corazón, me quise morir. No puede ser!, Dios mío no puede ser! Si a mi señorito lo mataron hace tres días!.
En la casa llevamos de luto tres eternos días, con tres noches oscuras de pesadillas. El primer día fue de horror, de que nadie se lo creía, de espanto y dolor desgarrado. Después vino un silencio denso, la penumbra, las cortinas echadas, el no salir para nada.
Yo soy la única que sale a hacer los mandados, la que hace las tareas de la casa. Y ahora que hago yo con esta carta de mi señorito?, me tiene angustiada, llevo toda la mañana sin saber qué hacer con ella. La entrego a los señores? O mejor a sus hermanos?.
He servido el desayuno en el cuarto de la chimenea, después puse la comida pero no me atreví a mirar a la cara a nadie. Voy como una loca sin quitar la mirada de los dibujitos de las baldosas de la casa.
La entregaré a los señores después de recoger la mesa, cuando les sirva el café. O mejor no, esperaré a después de la siesta, pero como lo voy a hacer, si los voy a matar del disgusto. No he tenido valor suficiente.
Me quito el delantal y salgo de la casa por la puerta de la cocina, la que da a la huerta, por entre higueras que lloran y dos chopos solitarios llego a la acequia, y veo como el sobre cerrado ondea ya sobre la corriente que va rápida hacia el Rio, ese rio que mi señorito nombra tanto en sus historia, y lloro, lloro como jamás lo he hecho en mi vida.
Y mientras las lágrimas me nublan todo, le oigo decir:
“Frasquita, tata querida, sabes que estoy en la casa de los Rosales, pero ya no me puedo esconder más, mañana de madrugada me llevarán, en un camión gris. Tú ya sabes quienes son, esas familias de esta miserable ciudad”.
“Tú sabes por qué, por contar historias de ríos, de álamos, de gitanas desnudas y de la Vega. Que por escribir poesía me van a matar. Me matan por no ser como ellos, por imaginar más allá, por querer llevar la cultura a la plaza de los pueblos y escuela a los hijos de los jornaleros”.
“Tata, quién va a nombrar ahora las riveras del Genil, el olor de los arrayanes, los verdes olivares, las choperas de la vega y los paseos tristes de esta triste ciudad?”.
“Tata, tira esta carta a la acequia que corre detrás de nuestra huerta, que la corriente la lleve al rio y que el rio la pierda en el Mar”.

3 comentarios:

  1. Ayy!! que triste relato José María, que triste. Lo has relatado de forma que siento el dolor de esta "tata", que pena me ha dado, deberá asumir ella sola esta gran pena.

    Menos mal que hoy en día ya no silencian de esa manera a quienes aman las letras y la desean compartir, no al menos en nuestro país, no ahora, ya no, antaño puede pero ya no.
    Aunque existen lugares en este planeta que si lo hacen hoy en día, aún sí.

    Que termines de tener un agradable domingo y que la semana te sea propicia.
    Aquí me quedo esperando tus letras.
    Besitos azules muasssssssssss

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    1. Gracias Kanet, es verdad que este relato es muy triste, pero para eso está la escritura, para emocionar verdad? claro que a veces la emoción es la tristeza...

      La cuestión es crear, crear y emocionar, inventar historias que nos hagan pensar, o que nos emocionen, que nos hagan sentir...

      Buen domingo, y a seguir creando!

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  2. This is a touching story, Jose Maria. I am challenged by the strangeness of the translation by Google, but it makes me read even more deeply perhaps.

    Your writing is wonderful.

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