lunes, 19 de marzo de 2012

Nivel 50, Sala 15 B

La densa nevada caída anoche sobre la ciudad se va convirtiendo en algo cotidiano. Incluso Francesc lo había llegado a aceptar como una consecuencia inevitable del último gran conflicto bélico. Es martes, 18 de abril de 2033, son las nueve y veinte de la mañana.


El día ha amanecido tan gris que hoy no se ve el sol sobre el mar ni siquiera desde esta gran obra de ingeniería inaugurada hace dos años por la Alianza de Sociedades Libres, antigua ONU, para albergar la Biblioteca del Mundo. Esta fantástica torre de cristal y aluminio moleculado contiene todos los libros producidos por la Humanidad. Desde los manuscritos de la filosofía Ayurvédica de hace miles de años, hasta un pequeño libro de relatos breves editado hace unos minutos en una editorial universitaria de Sidney.

Francesc acaba de tomar su café Perú ecológico en el Sky Starbucks de la planta 63, bebido con calma en una mesa junto a la cristalera, desde ella se domina la ciudad a una altura solo apta para mentes equilibradas, él prefiere no mirar. Se concentra en ajustar todos sus mecanismos digitales, conectarlos a la red neuronal de la Biblioteca y prepararse para una larga jornada como Controlador de las salas de Poesía y Literatura del siglo XXI (período prebélico).

Se encuentra ya en el Mecanismo Impulsor (ascensor) de paredes semilíquidas, y mira fijamente a un detector de pupilas que activará el propulsor. Piensa en la planta 43, el Sensor Telepático detecta su pensamiento y el transportador sale impulsado hacia ese nivel. No lo tiene superado, aún tiene que cerrar los ojos al viajar por esos Mecanismos de última generación. A pesar de que después de conseguir el trabajo en la Gran Biblioteca tuvo que someterse a un tratamiento de desprogramación para atenuar los sentidos de altura y velocidad.

Al pasar a la altura de la planta 50, le suena un pitido avisador del ipod @ que lleva instalado debajo de la piel en su muñeca izquierda. “Otra vez –piensa-, el mismo pitido que la semana pasada, y siempre en esta planta”, decide cambiar de pensamiento para no alarmar al pequeño cerebro del Mecanismo Impulsor, que viaja ya lanzado por el aire ingrávido el gigantesco atrio del rascacielos.

Aterriza en la planta 43 y después de entretenerse unos segundos en el pasillo elevado, contemplando el movimiento de grandes cruceros allí abajo, como hormiguitas blancas entrando y saliendo lentamente del puerto, decide volver arriba. Ya son varios días con ese mismo aviso y la luz morada de alarma atravesando la piel de su antebrazo. Al fin y al cabo una de las salas bajo su control se encuentra en el nivel 50, el que emite el aviso tan molesto.

Piensa en la planta 50, en la sala 15 B, y el Mecanismo le transporta hasta allí en segundos. Con un abrir y cerrar de pestañas y después de escuchar un humanizado “bonjour Francesc” se abre la puerta de cristal al ácido de color verde manzana, el color asignado a la Poesía y Literatura Mediterránea del siglo XXI.
Avanza por el pasillo central decidido a detectar el error que provoca esa alarma tan molesta. Enormes estanterías de un blanco impoluto se elevan a los dos lados como edificios fantasma alineados silenciosamente en una avenida sin tráfico ni gente, sólo él en esa inmensa sala traslúcida con vistas de vértigo al océano. Gira a su derecha, en dirección a la bahía de la ciudad, el pitido es cada vez más fuerte y su corazón se acelera, la luz morada se hace fija. Las nubes se están moviendo y chocan contra la fina fachada de cristal ionizado de la Gran Biblioteca, Francesc pone sus manos en la cristalera como intentando coger un pequeño cúmulo limbo cargado de nieve, a pesar de poder atravesar el cristal con la mano la nube se ha disuelto al contacto con los iones.

Ahí en frente, delante de sus ojos lo tenía, la causa de tanta alarma era un pequeño libro de tapas blancas y lomo rojo, edición rústica, pero humilde, de 25 páginas como mucho, en idioma castellano. Estaba escondido entre grandes volúmenes de Poesía Experimental y Literatura Española sobre la Gran Recesión de 1998-2014 y el Colapso de principios de 2015. No se lo podía creer, un librito tan básico le había estado amargando la jornada laboral desde hacía dos semanas.

Por fin cazado. Sonriendo lo saca del estante y se lo mete en el bolsillo de su chaqueta de cuero negro, antes de salir no pudo evitar girarse para echar una última mirada al espectacular paisaje que había a sus espaldas, una ciudad nevada como de juguete allí abajo, las nubes y el cielo en frente, y el sol lejano cubierto de una fría bruma nuclear permanente.

Pero tiene un presentimiento sobre el libro y siente la urgente necesidad de elevarse hasta la planta 63, sentarse junto al vacío con un “blue mountain” humeante y echar un buen vistazo a ese intrigante manuscrito español. Antes de entrar en el Mecanismo Impulsor se cubre la muñeca izquierda con un viejo trozo de cinta aislante, para eludir el control del Cerebro Central de la gran torre. 

1 comentario:

  1. José María, ya te comenté este relato en el otro blog, ahora te comento para felicitarte.
    ¡¡FELICIDADES!!
    Que pases un bonito día.
    Besitos azules muasssssssssss

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