lunes, 5 de marzo de 2012

Invertir la realidad. (Mi tienda de las lusiones)


Hay gente que invierte en Bolsa de Valores, otros en propiedades inmobiliarias, otros invierten el tiempo en no hacer nada, como el inútil del portero de mi bloque de oficinas que se pasa la mañana apoyado en la barandilla de la calle mirando al sol como buscando algo que se mueva por el espacio exterior. Yo invierto la realidad.
Y tengo buenos dividendos. Siento muchísimo el relato de ayer sobre La Soledad pero gracias a ese gran salto que pegué desde la cama, y del que todos fuisteis testigos, hoy me siento con la mente en calma y dispuesto a contar sobre como invierto mi tiempo, sobre todo en horario laboral y retribuido, con la tranquilidad de que mi jefe no trabaja en esta oficina sino en Madrid, a seiscientos kilómetros de distancia de aquí, y no tiene ni idea de que tengo un blog, y menos todavía se imagina que soy un falsario. 
Resulta que yo le doy la vuelta a todo lo que se me presenta por delante, no invierto en nada realmente, solo voy surfeando por los acontecimientos vitales, por los cimientos de la existencia mundana, arrastro mis zapatos levemente por la acera para no molestar, para pasar desapercibido. Es la mejor estrategia, el otro día una funcionaria de Hacienda me maltrató verbalmente y con obstinación, yo me acordé de lo que me repite los miércoles Rigden, el monje budista que me enseña los principios de la filosofía oriental: nada de enfadarse, es la peor emoción, y tal y como la funcionaria me escupía palabras yo le devolvía sonrisas, y con lo feísima que es la tía (y juro que se llama Margarita!) yo voy y le digo que el sol, que esa mañana entraba tan temprano ya por la cristalera, se reflejaba en su cara iluminándola. Se me rindió la funcionaria, y desde ese día es mi amiga, ha suavizado su mirada y ya no me escupe palabras, pero sigue siendo feísima la condenada.
Y así hago con todo, intentando darle la vuelta a la realidad, tal cual. Desde hace dos o tres años recibo unas llamadas de teléfono en la oficina de gente muy diversa preguntando por “Antigüedades Nicanor” (vaya nombre, pienso yo), yo siempre respondo educadamente, como me imagino que responderían en un auténtico anticuario, que NO, que se han equivocado. Y ese público heterogéneo siempre me contesta como con prosa literaria, por lo que sospecho que se trata de un mercado con alto poder adquisitivo. Y eso me está haciendo pensar. ¿y si invirtiera la realidad completamente?, ¿y si a partir de la próxima llamada equivocada respondiera que sí, que qué desea, en que le puedo ayudar?, sí digamé?.Da igual lo que me pidan, un espejo del Dieciocho, un trisillo Isabelino, un quinqué, “¿señora, qué?”. Lo tengo todo a mi alcance, se lo haré llevar por un módico precio que incluya el transporte y un buen margen, es mi oportunidad para darle la vuelta a mi realidad. Veo a Rigden sonriendo y advirtiéndome que deje que todo fluya, que no fuerce la situación. Me proveeré de todo tipo de objetos en la casa de mi madre, que en sus dos casas tiene cuadros, muebles y decoración suficientes para llenar un museo, y que decir de mi hermano pequeño a quien que su suegro le pegó la sana costumbre de coleccionar cachivaches, objetos inútiles y cacharros sin destino marcado, por Dios. 
Y si la tienda de antigüedades falla, tengo una idea genial. Resulta que todas las semanas recibo otra misteriosa llamada, esta vez del departamento de morosos de una de las grandes compañías telefónicas, en la que me preguntan por tal ó cual vecino de mi bloque, incluso a veces por mí, para reclamar deudas y facturas impagadas. A veces incluso llegan tan lejos en su atrevimiento que me piden que si me puedo acercar, por favor, y dejar una nota debajo de la puerta al vecino de parte de la compañía de teléfonos. Ven la oportunidad de invertir la realidad? 
La próxima vez voy a decir que si, que conozco al vecino en cuestión y que puedo hacerme cargo de la gestión, y que por una suculenta comisión puedo dejar notas, hacer visitas a discreción y todo lo que se tercie, incluso llevar la lista de morosos de la gran compañía en toda la ciudad y alrededores. 
Pero un momento, si yo lo que realmente quiero es invertir en mi Tienda de las Ilusiones, de la que hablaré en mi próximo relato. Una tienda de libretas y cuadernos de colores, plumas mágicas, lápices de madera y con olores, libros personalizados, estanterías sin fin, que abra los domingos por la mañana y hasta en fiestas de guardar, donde vengan los adultos, niños no por favor, con problema existencial, y que salgan con ilusiones, por la puerta lateral.


4 comentarios:

  1. Este relato sobre la próxima apertura de tu tienda de las ilusiones se hace esperar ee dicen que lo bueno se hace esperar, con lo cual ya no sé que pensar, si se convertirá en un best seller por sus expectativas ya antes de salir a la luz o se va a convertir tan solo en un relato más.
    Me ha hecho gracia como has desarmado a la administrativa esa, con un arma que no suele fallar el tiro.
    Yo creo que tu profe de relatos breves si lee todo este material puede quedar satisfecho o igual te desarma a su vez con cualquier salida de catedrático, quien sabe jeje
    Ten una buena tarde, que te vaya bien la clase y disfrutes con ella (con la clase ee)
    Besitos azules muasssssssssss

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  2. Gracias Kanet, tú estás interesada en hacerte socia de mi nuevo negocio? me refiero al de cobro de morosos de la compañía telefónica, en el otro (de antigüedades) ya está Daniel como socio capitalista y proveedor de materiales al por mayor.

    Jeje, Un buen dia para todos. y que bueno el poema de tu abuelo, la cosa se ve que viene de lejos!

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  3. Menudo relato. Me ha gustado mucho la idea de cambiar la realidad. Quizás no es el mundo quién nos mira mal, sino nosotros que no sabemos observar. je, je, bueno socio, te dejo que tengo capitales que contar: madrid, londres...

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  4. Como se nota que te gusta Auster! Jose Maria. Creo que hay mucho de su obra en este relato. A mi también me gustaria colaborar en alguno de esos negocios tan apetitosos. Con la funcionaria no me gustaria tener trato, la tienda de antigüedades ya está cogida y los morosos se me darían fatal. Asi que me apunto a la tienda de las ilusiones, seré la mejor vendedora de libretas de colores, de lápices y sacapuntas.
    Por cierto, hay mucha musicalidad en este relato.
    Espero el siguiente con ilusión.

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