sábado, 10 de marzo de 2012

Los cristales rotos. El descubrimiento

Guardé el secreto del descubrimiento.

A pesar de mi temprana edad, yo ya podía imaginar lo que supondría contar eso a mi padre, o a las amigas del pueblo. Tuve que morderme la lengua y apretarme los dientes para que no se me escapara ni un suspiro, ni un gimoteo de dolor, ni de rabia.

Y hay más, en el reverso del retrato pude leer el nombre de la mujer y la fecha, nada encajaba. No sé porque miré, fue un error, solo sirvió para hundir más el puñal en el pequeño corazón de una niña inocente de 12 años, que hasta esa misma tarde pensaba que su madre era quien le habían contado, Lucía Martens, una profesora francesa titulada en la universidad de la Sorbona, joven, hija única como yo, y que me adoraba, que murió de una grave y repentina enfermedad. Eso me contaron siempre.

Y ese mismo día decidí acabar con mi infancia, me hice una adulta amargada de repente y por decisión propia, eso me marcaría de por vida, perdí toda inocencia y credulidad, incluso mi risa infantil se convirtió en una sorna rajada y cruel, sarcástica. Mis chispeantes ojos azules cambiaron a un azul amarillento y agrio, un azul quemado.

Desde la ventana de mi cuarto en la planta de arriba contemplé fríamente el cementerio que se extendía entre nuestro jardín trasero y la iglesia medio abandonada. Ya empezaba a caer el sol por el otro lado del pueblo y los cipreses arrojaban unas sombras que asustarían a cualquier niña de mi edad, pero a mí esa tarde me atraían hipnóticamente.

Presentí en ese momento que el nombre que siempre leí gravado en la lápida de mi madre era falso, era otro engaño más. Bajé al jardín trasero sin hacer ruido, empujé la pequeña verja de madera que daba paso directamente al cementerio pero no tuve fuerzas para abrirla ó quizá la mujer enterrada en esa tumba mohosa me lo estaba impidiendo.

Rodeé la casa sigilosamente, con mi padre dentro, salí a la calle, que ya olía a humedad de cementerio, con los primeros rayos de luna llena reflejándose fríamente en las ventanas de las otras casas. Caminé pegada al muro de piedra hasta encontrar el primer tramo medio derrumbado por el que pude saltar. Tratando de ignorar las tumbas grises y las amenazantes cruces de metal oxidado que se inclinaban hacia mí, y llegué.

En pie delante de ella, con mi cuerpo paralizado, de 12 añitos de niña envejecida, una lágrima de odio me recorrió entera.

2 comentarios:

  1. Eso mismo, tráete aquí el misterio de las tumbas, ains... que es algo que me puede y no puedo con ello, que cague me dan esas cosas con lo imaginativa que soy, cierro los ojos y ya veo manos que salen de debajo tierra brrr
    Ten un luminoso día, claro y brillante, que haga huidizas las negras sombras de la noche.
    Besitos azules muassssssssss

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  2. Yo te voy a canear ee ya verás ya .. ¿qué es eso de hablar de mi cuando no estoy? jaja pero me entero de todo o casi, tengo el oído fino y algo me he olido en casa de Juanjo, algo se cocía allí que empezaba a oler y anda con lo que me encuentro jajaja
    Bueno ya te dejé mi respuesta ahí, así en caliente, no como ahora que ya estoy más sosegada jajaja
    Ten un hermoso domingo amigo, besitos azules muassssssssssss

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