jueves, 19 de abril de 2012

José Manuel Caballero Bonald

Marbella se adelantaba a una oscuridad de invierno tardío, con una débil luz de literatura grande, vieja, apabullante. También final y acabada, jurada como su última novela.

Todo se redujo entonces al valor de unas palabras de mujer, valor de gestos y escritos, de emociones, y de la poesía, y de la Palabra. En una sala contenida de murmullos secretos, de silencios ahogados, de furiosos aplausos, porque la poesía es el único arte que crea, que se cree el mundo, que fabrica algo nuevo con cada poema.

Hay tantas preguntas que se hace el Hombre, tantas dudas en su público también, tantas vivencias que se pueden leer en su vida de papel, que se puede empezar por cualquier capítulo. Pero solamente hay una explicación a sus poemas: releerlos, como lo hizo él. El poeta.

Y el silencio se hizo en la sala, después de la oscuridad, cuando habla un poeta se impone la reverencia callada, su voz contundente, su música cadencial. Su habla potente, rítmica y vieja ya.

Voz callada de experiencias y viajes olvidados, llena de metáforas y música. Llena de geografía de Cádiz, de ciudades árabes en fila de Oeste a Este. Poesía de mar, de mástiles, del Coto de Doñana al caer la tarde.

Aventuras en un Madrid de miseria, en escombreras de humanidad, de muros imposibles de soportar.

Huidas del tupido negrario de los sueños, y al final.. al final otra vez el silencio, la absoluta verdad de un poeta que se va, la breve lágrima de una mujer , la voz majestuosa que habla de Libertad, que habla de los espejos deformados de la felicidad, de cosas tan hermosas que hacen llorar, de libros fatigados de contar tantas historias.


A José Manuel Caballero Bonald, que nos regaló su poesía, ayer.

1 comentario:

  1. Cuando se hace una dedicatoría, José María, se coloca al principio del todo, del primer parrafo.

    No pude asistir a la conferencia de Bonald, pero hay compromisos que son ineludibles.

    Miguel

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