Mientras
suena el Proyecto Gotán en el local, me advierten que beba o me echan, pero yo
solo vine a tomar notas, solo un campari me advierte el chulo, no me apetece le
insisto, que solo vine a escribir, pero él quiere montar un cristo, es lo suyo.
El cristal sucio no me impide ver esos besos canallas en la calle, y ese
navajazo que penetra en la carne sin tocar hueso, debe ser un demente que la ama con locura,
hasta con furia diría yo, debe ser por una milonga que escucharon agarrados, el
corre ya por el paso de cebra, ella agarrada a la farola, el viento de lado le
levanta la chaqueta y descubre el metal, es barata de los chinos, pero entra
hasta el final, qué más da, peor diría yo, escuece más porque es barata, lo veo
en la mueca de esa cara de muñeca, y remata con ganas el cabrón. Parece que
soy transparente en este rincón, entre la columna y la ventana, el chulo se me
acerca otra vez, ¿vio usted algo?, le juro que no, yo no sé nada, póngame una
cerveza si acaso y seguiré escribiendo sin meterme en nada, a mi no me engañas, cabrón, que ya te he visto merodeando por el barrio en otra ocasión, le juro otra
vez que no he visto nada, que solo entré en el restaurant por equivocación. Le
enseño mi cuaderno de notas garabateadas sin orden, estoy acojonado ya, el
chulo me lo nota y me sonríe con un diente de oro podrido de tanto parmesano.
Trago saliva y el tipo se echa la mano al bolsillo derecho de su pantalón, un
bulto alargado amenaza mi estancia en este mundo, en este local, el abismo se
presenta barato y en el local no faltan putas, no es mal plan, al final. El
chulo me ignora por fin, merodeo con cuidado, demasiadas luces apagadas para
una pizzeria barata, demasiadas paredes de terciopelo viejo, unos choques de
manos, tratos sucios, policías colocados cobrando su comisión, palmadas a la
espalda en un rincón, un barman con mirada de pirata, una ojeada ya lejana a mi
mesa, el cuaderno sigue allí junto a la cerveza y brilla mi lápiz de plata. Todo
al carajo me digo, incluida mi reputación de escritor, entro en el pasillo que
me advierte “privado no entrar”, un perfume barato me atraviesa el estómago,
unos labios rojos cristal me enganchan y unos pechos desbordados me empujan al
cuartito de la administración, y allí mismo en el sofá del capo cayó,
fue rápido y sin respirar, con un solo gemido final, y de fondo
otra milonga atenuada por la sed de placer, pero joder, de pronto se abrió
la puerta y brilló el maldito metal.
Pobre escritor,menudo ambiente en el que se metió más peligroso...En fin,no se te da nada mal esto de contar historias,muy bien relatado,haces que al irlo leyendo sea facil imaginarlo,como una pelicula.
ResponderEliminarQue pases un buen dia amigo,besos.
Gracias Ana, por visitar el blog y por comentar, un beso, Jose María
EliminarBuen ambiente. Lástima del pobre que no decidió salir por patas cuando tuvo tiempo. Saludos.
ResponderEliminarAlgo dificil de leer, José María, pero te digo lo de siempre, evolución buena evolución narrativa.
ResponderEliminarUn abrazo.