Era el día perfecto, eso es, un sábado brillante, un desayuno
en calma con muesli y zumo de naranja. Sin las peleas y arrebatos de los días
de diario, solos ella y yo, por una autopista radiante de final de invierno,
libres de peaje. Una pareja feliz en la cúspide de su vida en común, sanos y cultos,
con tres talleres de escritura en el currículum.
En nuestro querido auto de carrocería familiar beige
pimienta, íbamos lanzados, cuesta abajo, al Segundo Congreso Malagueño de
Ciencia y Espiritualidad, organizado por un amigo filósofo, todo un personaje
en la capital. Quién se podía negar. Y después del congreso, unos pescaitos en
el chiringuito de Vicen, un plan redondo.
El Auditorio de la Diputación se despliega ante nosotros como
un prodigioso cubo de madera y cristal, decorado con listones exteriores de
metal, oxidados por la proximidad del mar. Ocupamos nuestros asientos, después
de soltar la donación voluntaria, atracados por una formación de señoras con
pantalones marrones y camisas a cuadros, peladas al dos.
Esta es una ciudad abierta y cosmopolita, y así nos sentimos
nosotros al sentarnos en el salón de actos, muy multiculturales y dispuestos a
escuchar de todo. Y puntuales, no había llegado nadie, ni los conferenciantes,
a la hora anunciada para el comienzo de las Jornadas. Estaban todos en la
cafetería, eran las diez y diez de la mañana y a esa hora en España nadie mueve
un dedo sin pasar antes por un café de barrio, un mollete con aceite y ajo, unos
buenos gritos y un repaso al mundo con gestos vehementes.
Esto se empieza a
animar, una video conferencia de Mayor Zaragoza pone al público en guardia, dos
mujeres a mi lado cruzan las piernas de excitación, habla este ilustre
personaje de Libertad, Igualdad y Justicia, nada menos, del cambio que
experimentamos ahora desde los principios democráticos a los principios del
Mercado, las mujeres cruzan las piernas otra vez cuando escuchan esto, y me
lanzo a escribir.
Al minuto y medio el discurso se empieza a hacer cansino,
necesito un café, mi mujer me pega un codazo y me dice que qué hago tomando
notas, que preste atención, que a Mayor Zaragoza no se le escucha todos los
días. Mi esposa me espeta que cierre la libreta, yo le contesto que me deje
fluir, que escribo para no dormirme, que es sábado, que estas notas algún día
me servirán para algo, y por una vez en mi vida tenía razón yo.
Este hombre habla y habla, se ve que disfruta, y yo sueño con
un capuccino, un croissant de mantequilla y un pionono, justo cuando le hinco
el diente al dulce me despierto de un sobresalto, suena un fuerte aplauso, ¡¿pero que aplauden estos descerebrados si
este hombre no ha terminado todavía?!, es que hace su entrada por el lateral del
auditorio un tipo vestido de blanco, tiene un porte divino y no me gusta nada, digo
yo, mi mujer me amonesta: “es un conferenciante so bestia, y deja de tomar
notas, te tenías que haber quedado en casa”.
Ahora habla el Alto Representante de la Unesco, este hombre
me gusta, no dice nada en concreto pero va al grano, es diminuto y con gafas,
me cae simpático este tío, creo que se cachondea de la audiencia, por el título
de su cargo y por el tono irónico burlón que usa, creo que para despertar
conciencias. Va y dice el hombrecito que cuando un barco se hunde todos los
pasajeros son iguales, cuando antes del hundimiento había clases y jerarquías,
tomo nota de esto rápidamente porque pienso que es una frase para la Historia. Mi
madre, en el asiento siguiente a mi mujer, llevaba ya media hora roncando.
Por fin cinco minutos de descanso, las mujeres, inmensa
mayoría en el Congreso, natural, colapsan el cuarto de baño, ¿por qué será, por
el discurso de Mayor, por el hombrecito de gafas, o porque ya no pueden más?,
da igual, el caso es que el público escapa del salón de actos, que está helado,
buscando el sol que entra por las enormes cristaleras que dan al Paseo Marítimo.
Y allí me encuentro yo, mirando al mar como quien mira al mar una mañana de jodido
sábado, un friki con una libretita roja y un lápiz barato, el hazme reír del
congreso (pienso), cuando de repente una señora extranjera y muy alternativa, abre
un termo con café humeante y un paquete de galletas integrales y ecológicas, yo
la miro de reojo, y reprimo una cara de evidente envidia. La mataría en ese
momento, solo por el termo, no por las galletas, lo juro, solo por el termo de
café sería capaz de hacerlo, al carajo la espiritualidad pienso con toda
crudeza, ¡yo lo que necesito es cafeína!
Ahora me sentía mejor, después de ese pensamiento fugaz, pero
de una sinceridad brutal, que me provocó un encuentro con mi auténtico Yo.
Silencio, habla el primer conferenciante, son cinco en total y este dato me
hunde la moral, para evitar caer en una espiral deprimente escribo con rabia
frenética.
Este hombre aburre solo con mirarlo, es canijo, rapado, la
cara blanca de espanto, muy joven y ya con el cerebro lavado, hasta que dice que
es danés y ahora ya lo entiendo, y que es el Monje superior de la Shanga
Budista en España, que tienen el templo en la Axarquía. Este ser puro empieza a
desembuchar y nos suelta que hay que calmar la mente para ver las cosas claras,
para no reaccionar ante las situaciones y estímulos automáticamente, tomo nota
rápido para repetirlo literalmente a mi suegra cuando nos visite dentro de
poco. Eh, un momento, algo me alarma: añade que Buda nos dejó cerca de ochenta
y cinco mil enseñanzas, yo siempre fui escéptico y no me puedo imaginar 85.000
enseñanzas, no, un sábado por la mañana No.
Habla de la felicidad, habla de la meditación, habla de que
las investigaciones de la ciencia son muy parecidas a las enseñanzas de Buda,
habla y habla, y las señoras a mi lado bostezan, yo las repruebo duramente con
la mirada y en respuesta cierran los ojos, lo que me tomo como un desafío en
toda regla. Esto es intolerable, me enfurece, pero el monje dice que no pasa
nada, ausencia total de temor, calma, que eso es experimentar la felicidad,
servir a los demás, ¡ayudar a los que están a tu lado!
Por fin el segundo conferenciante, ya puedo imaginar el plato
de boquerones victorianos con ensalada de pimientos, pero me interrumpe los
pensamientos el hombre de blanco, hasta sandalias blancas le veo por debajo de
la mesa, eso me mosquea, este tío es Dios, el que hizo su entrada al principio
del Congreso, es Dios que viene a darnos el sábado. Evito mirarlo a los ojos
mientras habla, me hago el tonto, se presenta a sí mismo como un simple ser
humano (con eso me prueba lo que sospechaba, que es Dios), exingeniero industrial,
colombiano, y sin cortarse un pelo nos larga que la sociedad ideal sería más
equitativa, más sabia, y con solución fraternal de las diferencia y conflictos,
“¡toma ya!”, y otro codazo de mi mujer.
El auditorio cayó en un estado de semi trance, con frases
geniales como “la única salida a las infelicidades del ser humano es la
Espiritualidad, no la Religión”, “se puede ser espiritual y no seguir un
credo”, esto me empieza gustar, me cae bien este dios sin fe, que además hace
juegos de palabras, especialmente emocionante fue lo de “la ciencia es
complementaria de la espiritualidad”, muy fuerte esa frase, pero lo que levantó
al público en una ovación delirante fue, y lo dijo de corrido además:
“La ciencia es lo objetivo y la espiritualidad lo subjetivo,
el Alma. Las religiones dividen, distancian a los seres humanos en fieles e
infieles. Para ser espiritual hace falta mucha Ética Existencial, no Moral, la
Moral son solo normas, sin embargo la ética no tiene normas, tiene conciencia.
Y que la práctica de los Yamas y Niyamas del Yoga nos llevan a hábitos
saludables de salud y relaciones humanas”. No recuerdo más porque creo que me
quedé dormido otra vez, solo noté un codazo.
Suena la campana y otra estampida a los servicios, a quién le
extraña, la gente desesperada por evacuar ideas, ya llevábamos tragando
discursos cerca de dos horas. Y lo peor es que quedaban ¡tres conferenciantes!
Hice cola espiritualmente en los aseos de caballeros, cuando
por fin entré y me coloqué en el urinario libre, empecé a descargar toda mi
frustración, cuando miré para la izquierda con disimulo (lo que se suele hacer,
¿no?), y a quién veo junto a mi? al mismísimo Dios. Se me cortó la descarga, se
me encogió el pajarito, y me miraba, no paraba de mirarme, ¿pero que mira este
tío? , perdón, este dios, con esa barba falsa de algodón, con esos ojos negros
de chalao, con esa meada interminable ¡y encima salpicando el guarro!, que
termine esto por favor, que no me diga nada por dios, que no que no…..
“¿TÚ ESTABAS EN LA SEGUNDA FILA DEL SALÓN DE ACTOS, VERDAD?”,,,,
solté todo lo que me traía entre manos y me salió un glub muy bajito, “ME LLEVO
FIJANDO EN TI TODA LA MAÑANA, NO PARAS DE ESCRIBIR, HAY ALGO EN TI QUE ME GUSTA,
MUCHACHO”. Me cogí el alma rápidamente, la metí en los calzoncillos y subí la
bragueta de un tirón existencial, creo que fue lo último consciente que hice
ese sábado.
Al día siguiente mi mujer me reprendió, como era de esperar,
porque al parecer me perdí los otros tres conferenciantes, un cura anglicano y
presbiteriano muy serio y teólogo de formación, con traje de Armani y jazmín en
la solapa, que les dio la chapa con un remix de ciencia y paciencia, de fe inquebrantable,
terca y tenaz, de paz y vida íntima matrimonial. Después vino un zapateao en el
estrado de un médico ateo que vomitó, sobre un público extasiado, algo genial
sobre pausas vitales y ritmos sureños, esencias y verdades, y terminó contando
un chiste de tres loros, que resultó ser una metáfora divina, magistral.
Y como colofón y cierre de la Gran Jornada Anual, un hombre
de gris severo, una especie de amish subido a un púlpito desmontable, gritando
como un poseso, repartiendo hostias y dogmas por todos lados, y un público
postrado y sumiso, al borde del llanto. Y yo, por lo visto, tomándome una de
adobo en el chiringuito. Ah, y un tinto de verano.
Escrito en homenaje al taller de relatos de Pepo, en abril de
2012. José María Sánchez Alfonso
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEs lo que tienen las conferencias -y más si son largas y en sábado- se aprende de mil cosas, excepto de lo que se va aprender alli.
ResponderEliminarMiguel
José María, eliminé el comentario porque no tenía que ver con este escrito, discúlpame la confusión. Te sigo leyendo. Abrazos.
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