viernes, 27 de abril de 2012

Quiero tanto



Quiero una paradoja azul
La pagaría con un dogma antiguo
Y una certidumbre contundente
Quiero una canción, un blues
Para bailarla con tanta gente.
Quiero tocar un tango
De amor y de traiciones
Cántame una milonga sublime
Quiero que me toques, que me beses
Que me hables, que me mimes.
Quiero unas palabras que susurren
Una conversación en voz baja
Un relato de labios rojos
Quiero un descapotable de juguete
Y que me mires a los ojos.
Quiero volver a un lugar lejano
A escuchar un murmullo
Ver el mar desde tu mirada
Quiero escribir con tu pluma
Y escapar en tu huida.
Quiero emborracharme contigo
Quiero volverme loco
Quiero tantas cosas
Y sé que vendrán todas
Una tarde, poco a poco.

jueves, 26 de abril de 2012

Humanidad perpleja



Hace unos días cené con un extraordinario personaje que me confesó que no soñaba, simplemente cuando llega la noche se acuesta, cierra los ojos y se adentra en la Nada.
Me dejó tan perplejo que todavía me pregunto cómo es posible no soñar, y no es que dude de la veracidad de su confesión, porque si tiene una cualidad mi amigo es su honestidad y transparencia. Por tanto llego a la conclusión de que es un ser tan puro y noble que la mente no le rescata recuerdos ni le adelanta el futuro, que eso son los sueños.
Vive en paz consigo y con su entorno, se nota en su mirada azul, quién puede pedir más.


Esta mañana atendí a un cliente antiguo de mi despacho, y durante la reunión me hizo llorar.
Su esposa era su mejor amiga, no tienen hijos, y falleció hace dos meses. De repente me dijo: “José, ¿tienes cámara de video?”, “no” le contesté. “Deberías comprar una cuanto antes, y grabar todo lo que puedas de tu mujer y tus hijas” me dijo.
Me extrañó ese consejo y le dije que me parecían suficientes los álbumes de fotos, que teníamos muchos. Entonces al cliente se le saltaron las lágrimas y entrecortado me pudo decir: “sí, son bonitas, pero yo llevo dos meses intentando recordar la voz de mi mujer”, y después de unos segundos de llanto añadió derrotado: “y no puedo, José…”, y me derrumbé con él.
Hace una hora, tumbado boca arriba, en mi rincón secreto de esta ciudad, rodeado de estanques de agua, silencio y rocas viejas, contemplaba unos estorninos, que ajenos al temporal que entra por el oeste, jugaban dando vueltas a una nubecita muy baja, entre el cielo y yo. 
A veces la vida se nos presenta tan rara, tan dulce y a la vez tan cruel, que nos deja perplejos. Creo que este fin de semana me compraré una cámara de video, e intentaré ser más honesto.

domingo, 22 de abril de 2012

Con Dios en los servicios de caballeros


Era el día perfecto, eso es, un sábado brillante, un desayuno en calma con muesli y zumo de naranja. Sin las peleas y arrebatos de los días de diario, solos ella y yo, por una autopista radiante de final de invierno, libres de peaje. Una pareja feliz en la cúspide de su vida en común, sanos y cultos, con tres talleres de escritura en el currículum.

En nuestro querido auto de carrocería familiar beige pimienta, íbamos lanzados, cuesta abajo, al Segundo Congreso Malagueño de Ciencia y Espiritualidad, organizado por un amigo filósofo, todo un personaje en la capital. Quién se podía negar. Y después del congreso, unos pescaitos en el chiringuito de Vicen, un plan redondo.

El Auditorio de la Diputación se despliega ante nosotros como un prodigioso cubo de madera y cristal, decorado con listones exteriores de metal, oxidados por la proximidad del mar. Ocupamos nuestros asientos, después de soltar la donación voluntaria, atracados por una formación de señoras con pantalones marrones y camisas a cuadros, peladas al dos.

Esta es una ciudad abierta y cosmopolita, y así nos sentimos nosotros al sentarnos en el salón de actos, muy multiculturales y dispuestos a escuchar de todo. Y puntuales, no había llegado nadie, ni los conferenciantes, a la hora anunciada para el comienzo de las Jornadas. Estaban todos en la cafetería, eran las diez y diez de la mañana y a esa hora en España nadie mueve un dedo sin pasar antes por un café de barrio, un mollete con aceite y ajo, unos buenos gritos y un repaso al mundo con gestos vehementes.

Esto se empieza a animar, una video conferencia de Mayor Zaragoza pone al público en guardia, dos mujeres a mi lado cruzan las piernas de excitación, habla este ilustre personaje de Libertad, Igualdad y Justicia, nada menos, del cambio que experimentamos ahora desde los principios democráticos a los principios del Mercado, las mujeres cruzan las piernas otra vez cuando escuchan esto, y me lanzo a escribir.

Al minuto y medio el discurso se empieza a hacer cansino, necesito un café, mi mujer me pega un codazo y me dice que qué hago tomando notas, que preste atención, que a Mayor Zaragoza no se le escucha todos los días. Mi esposa me espeta que cierre la libreta, yo le contesto que me deje fluir, que escribo para no dormirme, que es sábado, que estas notas algún día me servirán para algo, y por una vez en mi vida tenía razón yo.

Este hombre habla y habla, se ve que disfruta, y yo sueño con un capuccino, un croissant de mantequilla y un pionono, justo cuando le hinco el diente al dulce me despierto de un sobresalto, suena un fuerte aplauso,  ¡¿pero que aplauden estos descerebrados si este hombre no ha terminado todavía?!, es que hace su entrada por el lateral del auditorio un tipo vestido de blanco, tiene un porte divino y no me gusta nada, digo yo, mi mujer me amonesta: “es un conferenciante so bestia, y deja de tomar notas, te tenías que haber quedado en casa”.

Ahora habla el Alto Representante de la Unesco, este hombre me gusta, no dice nada en concreto pero va al grano, es diminuto y con gafas, me cae simpático este tío, creo que se cachondea de la audiencia, por el título de su cargo y por el tono irónico burlón que usa, creo que para despertar conciencias. Va y dice el hombrecito que cuando un barco se hunde todos los pasajeros son iguales, cuando antes del hundimiento había clases y jerarquías, tomo nota de esto rápidamente porque pienso que es una frase para la Historia. Mi madre, en el asiento siguiente a mi mujer, llevaba ya media hora roncando.

Por fin cinco minutos de descanso, las mujeres, inmensa mayoría en el Congreso, natural, colapsan el cuarto de baño, ¿por qué será, por el discurso de Mayor, por el hombrecito de gafas, o porque ya no pueden más?, da igual, el caso es que el público escapa del salón de actos, que está helado, buscando el sol que entra por las enormes cristaleras que dan al Paseo Marítimo. Y allí me encuentro yo, mirando al mar como quien mira al mar una mañana de jodido sábado, un friki con una libretita roja y un lápiz barato, el hazme reír del congreso (pienso), cuando de repente una señora extranjera y muy alternativa, abre un termo con café humeante y un paquete de galletas integrales y ecológicas, yo la miro de reojo, y reprimo una cara de evidente envidia. La mataría en ese momento, solo por el termo, no por las galletas, lo juro, solo por el termo de café sería capaz de hacerlo, al carajo la espiritualidad pienso con toda crudeza, ¡yo lo que necesito es cafeína!

Ahora me sentía mejor, después de ese pensamiento fugaz, pero de una sinceridad brutal, que me provocó un encuentro con mi auténtico Yo. Silencio, habla el primer conferenciante, son cinco en total y este dato me hunde la moral, para evitar caer en una espiral deprimente escribo con rabia frenética.

Este hombre aburre solo con mirarlo, es canijo, rapado, la cara blanca de espanto, muy joven y ya con el cerebro lavado, hasta que dice que es danés y ahora ya lo entiendo, y que es el Monje superior de la Shanga Budista en España, que tienen el templo en la Axarquía. Este ser puro empieza a desembuchar y nos suelta que hay que calmar la mente para ver las cosas claras, para no reaccionar ante las situaciones y estímulos automáticamente, tomo nota rápido para repetirlo literalmente a mi suegra cuando nos visite dentro de poco. Eh, un momento, algo me alarma: añade que Buda nos dejó cerca de ochenta y cinco mil enseñanzas, yo siempre fui escéptico y no me puedo imaginar 85.000 enseñanzas, no, un sábado por la mañana No.

Habla de la felicidad, habla de la meditación, habla de que las investigaciones de la ciencia son muy parecidas a las enseñanzas de Buda, habla y habla, y las señoras a mi lado bostezan, yo las repruebo duramente con la mirada y en respuesta cierran los ojos, lo que me tomo como un desafío en toda regla. Esto es intolerable, me enfurece, pero el monje dice que no pasa nada, ausencia total de temor, calma, que eso es experimentar la felicidad, servir a los demás, ¡ayudar a los que están a tu lado!

Por fin el segundo conferenciante, ya puedo imaginar el plato de boquerones victorianos con ensalada de pimientos, pero me interrumpe los pensamientos el hombre de blanco, hasta sandalias blancas le veo por debajo de la mesa, eso me mosquea, este tío es Dios, el que hizo su entrada al principio del Congreso, es Dios que viene a darnos el sábado. Evito mirarlo a los ojos mientras habla, me hago el tonto, se presenta a sí mismo como un simple ser humano (con eso me prueba lo que sospechaba, que es Dios), exingeniero industrial, colombiano, y sin cortarse un pelo nos larga que la sociedad ideal sería más equitativa, más sabia, y con solución fraternal de las diferencia y conflictos, “¡toma ya!”, y otro codazo de mi mujer.

El auditorio cayó en un estado de semi trance, con frases geniales como “la única salida a las infelicidades del ser humano es la Espiritualidad, no la Religión”, “se puede ser espiritual y no seguir un credo”, esto me empieza gustar, me cae bien este dios sin fe, que además hace juegos de palabras, especialmente emocionante fue lo de “la ciencia es complementaria de la espiritualidad”, muy fuerte esa frase, pero lo que levantó al público en una ovación delirante fue, y lo dijo de corrido además:
“La ciencia es lo objetivo y la espiritualidad lo subjetivo, el Alma. Las religiones dividen, distancian a los seres humanos en fieles e infieles. Para ser espiritual hace falta mucha Ética Existencial, no Moral, la Moral son solo normas, sin embargo la ética no tiene normas, tiene conciencia. Y que la práctica de los Yamas y Niyamas del Yoga nos llevan a hábitos saludables de salud y relaciones humanas”. No recuerdo más porque creo que me quedé dormido otra vez, solo noté un codazo.

Suena la campana y otra estampida a los servicios, a quién le extraña, la gente desesperada por evacuar ideas, ya llevábamos tragando discursos cerca de dos horas. Y lo peor es que quedaban ¡tres conferenciantes!

Hice cola espiritualmente en los aseos de caballeros, cuando por fin entré y me coloqué en el urinario libre, empecé a descargar toda mi frustración, cuando miré para la izquierda con disimulo (lo que se suele hacer, ¿no?), y a quién veo junto a mi? al mismísimo Dios. Se me cortó la descarga, se me encogió el pajarito, y me miraba, no paraba de mirarme, ¿pero que mira este tío? , perdón, este dios, con esa barba falsa de algodón, con esos ojos negros de chalao, con esa meada interminable ¡y encima salpicando el guarro!, que termine esto por favor, que no me diga nada por dios, que no que no…..
“¿TÚ ESTABAS EN LA SEGUNDA FILA DEL SALÓN DE ACTOS, VERDAD?”,,,, solté todo lo que me traía entre manos y me salió un glub muy bajito, “ME LLEVO FIJANDO EN TI TODA LA MAÑANA, NO PARAS DE ESCRIBIR, HAY ALGO EN TI QUE ME GUSTA, MUCHACHO”. Me cogí el alma rápidamente, la metí en los calzoncillos y subí la bragueta de un tirón existencial, creo que fue lo último consciente que hice ese sábado.

Al día siguiente mi mujer me reprendió, como era de esperar, porque al parecer me perdí los otros tres conferenciantes, un cura anglicano y presbiteriano muy serio y teólogo de formación, con traje de Armani y jazmín en la solapa, que les dio la chapa con un remix de ciencia y paciencia, de fe inquebrantable, terca y tenaz, de paz y vida íntima matrimonial. Después vino un zapateao en el estrado de un médico ateo que vomitó, sobre un público extasiado, algo genial sobre pausas vitales y ritmos sureños, esencias y verdades, y terminó contando un chiste de tres loros, que resultó ser una metáfora divina, magistral.

Y como colofón y cierre de la Gran Jornada Anual, un hombre de gris severo, una especie de amish subido a un púlpito desmontable, gritando como un poseso, repartiendo hostias y dogmas por todos lados, y un público postrado y sumiso, al borde del llanto. Y yo, por lo visto, tomándome una de adobo en el chiringuito. Ah, y un tinto de verano.

Escrito en homenaje al taller de relatos de Pepo, en abril de 2012. José María Sánchez Alfonso

jueves, 19 de abril de 2012

José Manuel Caballero Bonald

Marbella se adelantaba a una oscuridad de invierno tardío, con una débil luz de literatura grande, vieja, apabullante. También final y acabada, jurada como su última novela.

Todo se redujo entonces al valor de unas palabras de mujer, valor de gestos y escritos, de emociones, y de la poesía, y de la Palabra. En una sala contenida de murmullos secretos, de silencios ahogados, de furiosos aplausos, porque la poesía es el único arte que crea, que se cree el mundo, que fabrica algo nuevo con cada poema.

Hay tantas preguntas que se hace el Hombre, tantas dudas en su público también, tantas vivencias que se pueden leer en su vida de papel, que se puede empezar por cualquier capítulo. Pero solamente hay una explicación a sus poemas: releerlos, como lo hizo él. El poeta.

Y el silencio se hizo en la sala, después de la oscuridad, cuando habla un poeta se impone la reverencia callada, su voz contundente, su música cadencial. Su habla potente, rítmica y vieja ya.

Voz callada de experiencias y viajes olvidados, llena de metáforas y música. Llena de geografía de Cádiz, de ciudades árabes en fila de Oeste a Este. Poesía de mar, de mástiles, del Coto de Doñana al caer la tarde.

Aventuras en un Madrid de miseria, en escombreras de humanidad, de muros imposibles de soportar.

Huidas del tupido negrario de los sueños, y al final.. al final otra vez el silencio, la absoluta verdad de un poeta que se va, la breve lágrima de una mujer , la voz majestuosa que habla de Libertad, que habla de los espejos deformados de la felicidad, de cosas tan hermosas que hacen llorar, de libros fatigados de contar tantas historias.


A José Manuel Caballero Bonald, que nos regaló su poesía, ayer.

La rocambolesca historia del pistacho traidor y el vuelo final



Harto de tantos días seguidos de lluvia y viento infernal, agobiado de tanto plasma y tanta pantalla digital, tomo la decisión final de salir a dar un garbeo por mi ciudad, esa desconocida a la que no me acaban de presentar, por vergüenza ajena creo yo.

Y qué es lo que veo: nada más salir del ascensor unos abrazos en el portal, miradas y conversación banal, nada personal pero hay saludos cariñosos, hay despedidas alargadas por adioses interminables, yo me largo antes de que noten mi presencia, después de tantos días encerrado he perdido la práctica de fingir, de saludar.

Cuanta falsedad, cuanta mentira piadosa, cuantas venganzas cocidas a fuego lento y ejecutadas sin piedad, tantos intereses personales disfrazados de vecinos amables, salgo corriendo calle abajo huyendo de este grupo humano que se despide en un “a ver cuando nos vemos”, repugnado entro en la gran avenida, y lo que contemplo me deja anonadado.

Contemplo con estupor unos pensamientos que se cruzan de acera como dardos envenenados, planes a largo plazo que en su día arruinarán a algún pobre despistado, reuniones clandestinas de viejas con lenguas como navajas, y de repente un frente de nubes negras que me hacen temer lo peor, me nublan hasta tal punto el ánimo que me hacen temblar de miedo, las mujeres se cubren con pañuelos sacados repentinamente del bolso, son pañuelos volátiles, de tonalidades mentirosas, impermeables. Me desespero con esta lluvia eterna y decido cruzar el semáforo.

Pero está en rojo, como siempre, ese maldito muñeco rojo no para de mirarme, me siento mal, me acusa con un dedo tembloroso, ¿falla la bombilla ó falla la humanidad?, y a mi que más me da, a mi lado unos hombres con barba de tres días gesticulan en árabe clásico y con movimientos estudiados me escoltan cruzando el paso de cebra, el dichoso muñeco no se pone verde pero ya da igual, todo da igual cuando tres tíos con barba te empujan al otro lado de la avenida, de la Existencia.

Corro como un gamo asustado, como un cobarde urbano, huyo de estos humanos que buscan mi cartera, y mi cabeza por Alá, y en mi huida hacia adelante se me cruzan miradas esquivas, mochilas de colores, un sinfín de coches que brillan, ruedas que giran sin cesar, turistas buscando que hacer, parados que deambulan sin hacer nada, detrás suena un teléfono inteligente y de reojo veo un sms emergente, de esos que convocan a la gente, a reuniones de poetas,  a actividades de extrema creatividad, a cenas obscenas con vinos baratos y mousse de chocolate con nata. 

Y ya, vale ya, termina mi salida desastre, nunca debí salir de mi feliz mundo doméstico, me arrepiento de esta absurda decisión, de este relato sin inicio, sin acción, sin final aparente. Pero escribo lo que me viene a la mente, y en eso estoy cuando giro una esquina desprevenido, la acera todavía húmeda, una calle lateral desierta, aquí no hay malditos muñecos rojos, ni siquiera verdes, ni pantallas líquidas, ni escaparates de moda, solo yo con mi despiste, y un pistacho traidor, de esos tercos que nunca se abren. 

Y zas, no saben tan mal las baldosas azules de esta ciudad.

miércoles, 11 de abril de 2012

El paripé de los naranjos


Te presentaste como la luz de un mar lejano, ella apareció como una piedra de río, tibia y mojada. Llegaste una mañana, por avenidas adoquinadas, como un gran capitán pasando revista a una formación de palmeras enamoradas del cielo, dobladas por un viento del interior. En tu viejo coche de capota rajada.
Un invierno para descubrirla, dos otoños de miradas, tres patios con sus galerías, cientos de mentiras verdaderas, miles de subidas a su despacho, eras el Mediterráneo secándose en esa antigua tabacalera.
-Chico, no te entiendo, Penal es de tercero y tú todavía andas con el Derecho Romano- y te regalaba una sonrisa de ojos verdes.
-Lo sé Rocío, pero esto no avanza, y me desespera- nervioso te arrimabas a su mesa.
-No insistas, aquí no podrás vivir, la primavera solo es un paripé de los naranjos, los veranos un infierno, y el resto del año…..no para de llover- agitaba su melena negra, provocándote.
Al cuarto octubre se derramó todo en cascada, las charlas en la cafetería del rectorado, palabrerío del atlántico, un cielo de plomo atravesando las cristaleras del patio, miradas lanzadas por la biblioteca de la facultad. Y sí que llovía, no paraba de llover, y tú matriculándote una y otra vez, suspendías y ella suspiraba, para seguir lloviendo después, y te sonreía, como sonríe la lluvia al caer, ida y vuelta por esos pasillos de piedra, subidas y bajadas por escaleras de emperador. 
Ella  tu borrachera de madrugada,  tú su desahogo por un fracaso, tanta oscuridad de procesión tanta mirada de soslayo tanta subida a su cátedra por si acaso. Y al quinto cristo del silencio llegó, notable en Derecho penal, ocurrió una noche tibia, con el río dibujando una luna de mentira, se rindió al capitán y claudicó a tus pies. 
Y al amanecer ya corrías por la A-92, por el espejo retrovisor huían el ruido de campanas, los bailes en casetas de la hipocresía y la falsa cera derramada. Con la capota abierta, pisaste el acelerador de tu viejo dyane 6. 


Aire, sol, abajo por fin el mar, la torre de la catedral, la línea de la costa, y a lo lejos, Gibraltar.

sábado, 7 de abril de 2012

Dos milongas, una para amar, la otra para matar



Mientras suena el Proyecto Gotán en el local, me advierten que beba o me echan, pero yo solo vine a tomar notas, solo un campari me advierte el chulo, no me apetece le insisto, que solo vine a escribir, pero él quiere montar un cristo, es lo suyo. El cristal sucio no me impide ver esos besos canallas en la calle, y ese navajazo que penetra en la carne sin tocar hueso, debe ser un demente que la ama con locura, hasta con furia diría yo, debe ser por una milonga que escucharon agarrados, el corre ya por el paso de cebra, ella agarrada a la farola, el viento de lado le levanta la chaqueta y descubre el metal, es barata de los chinos, pero entra hasta el final, qué más da, peor diría yo, escuece más porque es barata, lo veo en la mueca de esa cara de muñeca, y remata con ganas el cabrón. Parece que soy transparente en este rincón, entre la columna y la ventana, el chulo se me acerca otra vez, ¿vio usted algo?, le juro que no, yo no sé nada, póngame una cerveza si acaso y seguiré escribiendo sin meterme en nada, a mi no me engañas, cabrón, que ya te he visto merodeando por el barrio en otra ocasión, le juro otra vez que no he visto nada, que solo entré en el restaurant por equivocación. Le enseño mi cuaderno de notas garabateadas sin orden, estoy acojonado ya, el chulo me lo nota y me sonríe con un diente de oro podrido de tanto parmesano. Trago saliva y el tipo se echa la mano al bolsillo derecho de su pantalón, un bulto alargado amenaza mi estancia en este mundo, en este local, el abismo se presenta barato y en el local no faltan putas, no es mal plan, al final. El chulo me ignora por fin, merodeo con cuidado, demasiadas luces apagadas para una pizzeria barata, demasiadas paredes de terciopelo viejo, unos choques de manos, tratos sucios, policías colocados cobrando su comisión, palmadas a la espalda en un rincón, un barman con mirada de pirata, una ojeada ya lejana a mi mesa, el cuaderno sigue allí junto a la cerveza y brilla mi lápiz de plata. Todo al carajo me digo, incluida mi reputación de escritor, entro en el pasillo que me advierte “privado no entrar”, un perfume barato me atraviesa el estómago, unos labios rojos cristal me enganchan y unos pechos desbordados me empujan al cuartito de la administración, y allí mismo en el sofá del capo cayó, fue rápido y sin respirar, con un solo gemido final, y de fondo otra milonga atenuada por la sed de placer, pero joder, de pronto se abrió la puerta y brilló el maldito metal.

jueves, 5 de abril de 2012

JUSTICIA

Han venido a ver un hombre muerto de miedo, pero se van a quedar con la gana, no les voy a dar el gusto, hijos de puta, han venido todos, no se quieren perder el espectáculo, hasta la mujer del director con su traje de misa, no has faltado, serpiente rastrera, ¿por qué miras para el suelo? Y el cerdo del director, ¡que cabronazo eres!, con esa cara de perro salivando a punto de devorar a su víctima, no has tenido suficiente con todo lo que me has martirizado durante diez años, tenías que sentarte en la primera fila de la sala, a tres metros de mí para no perderte detalle. Y el hijo de perra del gobernador, con el sombrero tejano de las grandes ocasiones, que mal lo vas a pasar el resto de tu puta vida con el remordimiento que te va a corroer por las noches, ¡mírame a los ojos si tienes cojones! cabronazo, ¡mírame!, sí, tú, no desvíes la mirada, ¿porqué no me miras a la cara, rata de alcantarilla?, venga, ¡ahora!, ahora te he enganchado la mirada, ¡sufre mariconazo! ¡Mantenla de frente si eres hombre! Te has dado cuenta de que yo no voy a sufrir más, que yo no tengo nada que perder, blanco hijo de la gran puta. ¡Pero a quién veo allí detrás, escondida como una cobarde!, la Fiscal del Estado, la inquisidora del demonio que me ha perseguido con saña, sin pruebas, ¡no te escondas! ¡Este es tu gran momento cabrona! ¡No te lo pierdas!, ¡¿A qué has venido, si no?!
Eh, ¿Eso que ha sido?, ¿Qué ha sido ese timbre???, eh, eh, un momento….

¡¡¡¡¡¡DDDIIIIIOOOOSSSSSS que calambrazzzzooooooosssss pppppegaaaa essttttooooo jjjjodeeeeeeeerrrrrr comooooo quemmmaaaa!!!!!!!


¡¿Pero qué me pasa?! ¡Santo Dios, me están achicharrando por dentro!, ¡¡estoy hirviendo!! ¡Me han destrozado las tripas estos cabrones!, que salvajes, me están friendo como a un animal, esto es inhumano, ¡¡noooo otra vez el timbre!! No, Dios mío, que sea rápido, Dios mío que sea rápido, no sé si lo voy a soportar, padre, madre dónde estáis, os quiero, os quiero….


AAAAAAAAHHHHHHHH que teeeemmmbbblllooorrrrr hhhhiiiijjjjoooossss ddddeee ppppuuuuuutttttaaaaa, ¡Qué manera de arder! Creo que no puedo más, no puedo más, me estoy quemando por dentro, no puedo respirar, no puedo tomar aire, por favor que alguien me saque de aquí, no puedo pensar ya, me voy, me voy, me……
  

martes, 3 de abril de 2012

haiku de la tarde de abril


Fluye la tarde
Sin una expectativa
De lluvia y mar

Busco una ola  
Que me lleve al oeste
A poniente va

Sobre una cresta
Surfeas tu presencia
Me vienes a amar

6

Abrazada con el albero y la cal, es la vieja de la Calle de los Zócalos Azules. Apretada entre fachadas falsas, con un sol que se posa sobre sus tejas a dormir la fría siesta de marzo. La número 6 le hace frente a la tarde, y hablándose estaban cuando yo me senté. Con un alero tonto, del que cae un trocito cada mañana, desde hace más de cien, con un portón que es tan simple que no se deja ver de pura timidez, una sola ventana enrejada que lleva años de charla con un naranjo enano que no quiere crecer, para tenerse frente a frente. 

Un pensamiento me asalta, con el sol ya de lado y el viento entrando envalentonado por la esquina de abajo,  relleno mi libreta de sensaciones volátiles, mientras los niños me miran , mientras espero pacientemente a que salga una vieja o un viejito con sombrero pero lo único que pasa son palomas cojeando, un obrero y una pareja adolescente discutiendo tanto que al final de la calle ya no son nada.

La tarde por fin se aclara. La calle impone su silencio a dos turistas solitarios que buscan algo que mirar mientras el sol atraviesa limpiamente el naranjo y este me lanza su azahar, yo cierro los ojos para olerlo y pensarlo. Se oyen más gritos de niños que salen de rezar, de cerrar los ojos como yo, con sus padres de la mano. Miro el azulejo blanco con el nº 6 pintado a mano, lo apunto en mi libreta, solo hago un gesto para levantarme porque ya se está yendo el sol. 

Los zócalos se vuelven violeta al unísono, juegan con mi memoria porque son así, es para que vuelva a escribir delante de ellos, para que señale al alero con mi lápiz, para que mande recuerdos a la plaza con el viento de la esquina. La puerta se abre cuando ya casi no hay luz que ilumine la figura, pero escribir me cura del no poder ver, si es un viejo o una sombra.
Y el naranjo ya no huele. Pero volveré.