sábado, 5 de mayo de 2012

Secretos en voz baja


Igual que ayer gritaban como locos, solamente para hacerse oír, intentando superar los aullidos de la máquina de café, hoy los mismos susurran secretos incontables, de esos que se dicen en voz baja. Murmuran nuestra mala suerte, dicen que solo hallaron dos anillos de oro blanco, abrazados sobre la acera. Y en la guantera, un marco sin fotografía.
Serían esos amaneceres llenos de una luz imposible, esos horizontes plenos de océano verde, quienes esperaban agachados detrás de cada noche. Sería que el destino nos jugaba una partida con prisas.
Y nosotros recorríamos cada día en un Fiat 500, como la brisa que del atlántico sube por el Tajo, por ese estuario que nos parecía amplio y sin final, que nos agitaba la vida, aireando sonrisas de felicidad en movimiento.  
Yo escribía por las mañanas, con una pluma de tinta clara, descuidado y sin afeitar, como un sol amable que ascendía con pereza, siempre por la misma colina, y que entre relatos y poemas paraba a contemplarse, azul celeste y cromado, en la carrocería de nuestro descapotable.
Y tú siempre me esperabas, en esas escaleras de necesidad, rodeada de tendederos, de niños llorando y pandillas de gatos. Ansiabas sin disimulo mis últimas letras, mientras te pintabas unos labios rojos, con la barra de labios gastada, y ensayabas la tristeza, los gestos baratos.
Y como cada tarde, la última claridad se acostaba en el ocaso, sobre los tejados ocres a cuatro aguas, y se apoyaba en fachadas de un cielo mojado. Era entonces que yo servía las bebidas y la lírica cargada, y tú ponías las mesas y el fado amargo. Te convertías en la reina de la penumbra, de los amores simulados, la famosa voz de Martini falso, lanzabas besos a los canallas de la sucia Alfama, y a los derrotados que bajaban del Bairro Alto.
Pero cómo desliza la brisa por los empedrados del Chiado, cómo patina la niebla por esas cuestas de la madrugada, y que traidor el viejo tranvía número 7, que chirría tanto pero no avisa. Uno de la Baixa subía y el otro cruzaba el alba, y se fueron a encontrar frente a la última luna borracha, en nuestro último horizonte malva.
 Y dormidos por fin, soñamos con un largo beso, junto al elevador la Gloria.
                  
José María Sánchez Alfonso. Mayo de 2012

2 comentarios:

  1. Bonito viaje por Lisboa, aunque no entiendo que pinta Mari Trini ahi.

    Pero me ha gustado las metaforas y esa prosa poetica que llevas prácticando últimamente.

    Una abrazo, José María.

    Miguel

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    1. Gracias por tus comentarios, se agradecen. Aunque a veces me dejas perplejo,,,, ¿de dónde sacas a esa Mari Trini???? no entiendo nada!!!

      Pero me alegro de que te guste! un abrazo.

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