domingo, 2 de diciembre de 2012

Juro que es verdad

Hoy domingo dos de diciembre lo he dedicado a un pensamiento, lo he retenido en mi mente disfrutándolo, lo he visto, lo he olido, y creo que incluso he estado allí.

La sola idea me secuestró y me llevó a su gran portón de madera. Crujió al abrirse y un personajillo moreno con una amplia sonrisa salió de detrás, de las sombras del zaguán de lo que parecía un enorme caserón en mitad de la ciudad. Me indicó con la mano y me dijo algo como “adelante, está usted en el paraíso, es todo suyo señor”.

Fue en ese instante que intuí que esa era una idea definitiva, fantástica, surrealista, pero que realizada en ese país increíble atravesaría líquidamente nuestra atareada vida urbana y de aceras paralelas, para empujarnos a una vivencia soñada, pero tal vez más real.

Al cruzar las sombras de la entrada ya estaba sumergido en los primeros momentos de placer, de la nada, del pensar, solo yo y exclusivamente vagueando por el primer patio soleado de esa antigua fábrica de tabacos, con sus plantas de verde oscuridad, con una fuente imaginaria que te quería contar toda la Historia de la ciudad.

Y desde el soñoliento patio entré a la eternidad, al goce más desbordante, a un relámpago de incredulidad, a las cinco bibliotecas mágicas con sus 350 mil libros que te observan mirar, y yo me detengo en el sueño, porque me parece tan bonito que es como flotar en la nada: y nada significa nada, un total vacío, feliz vacuidad, como mirar un mar quieto, como observar incrédulo que su superficie es blanca y púrpura a la vez, y sigue quieto, majestuoso en su amplia Nada.

Pero mi sueño fue real, juro que, acompañado de ese entrañable personajillo recorrí más patios y recovecos, vi el olor de los árboles y flores del jardín penetrando por los ventanales de sus cinco pabellones, que ahora son cinco maravillosas bibliotecas. Me encontraba en una infinita ciudad colonial, y dentro de ella en la más bella librería hecha realidad por la Humanidad: la Ciudadela de los Libros.

Ahora que el domingo se acaba a este lado del Mar, mi felicidad pasajera queda pendiente de concretar, me parece imposible imaginarlo otra vez, es un recuerdo escondido en un bosque a punto de arder. Mi sueño se queda en un momento veloz aprisionado entre pensamientos sin piedad, un chispazo de futuribles proyectos que nunca serán. Pero en la Ciudad de México sí.

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