sábado, 1 de marzo de 2014

El lado oscuro de las estrellas

                                                                       


Llega cierto año de tu vida, que no pretendo nombrar porque cada cual esconde el suyo, en el que, para tu sorpresa, ya no buscas más. Te contentas con leer lentamente el presente, como quien observa detenidamente un amanecer, si te hubieran dicho que es el último amanecer.

Intentas retener el tiempo, que dicen que huye, fluye, que dicen que se escapa, como el agua entre las manos del azar. Abrazar, asir la luz blanca y extraña del invierno, esa luz líquida y transparente del norte, tan lejana de nuestra mirada. De nuestras horas azules del sur. Intentar detener con tu quietud unos segundos, unos minutos de la mañana, cuando una avenida normalmente atestada y ruidosa de repente es para ti. Toda, ancha, silenciosa, para ti.

Y el castillo. Siempre ahí pero hoy aún más, con sus incontables ventanas calladas, sin apenas almenas y con torreones en espiral, te impone su negra y gaélica enormidad. Se figura alto y encaramado frente a ti, se encumbra en un dialecto familiar pero ininteligible, con sus giros y tonos grises se alza sobre la roca, húmeda de tanto mar, mar del norte.

Y el tranvía. Que nunca existió, pero que hoy sin avisar fluye por la avenida desierta, como el tiempo fluye, como el agua con la mano abierta. Un tranvía fantasmal y en pruebas, en vuelo bajo entre las aceras, entre tú y las cristaleras. Sin testigos, solo tú y su brillo plateado, a no ser por el otro tú que se reflejaría aterido en los ventanales de la librería. El viento helado, que viene silbando como quien pretende no verte, desde Irlanda nada menos, te empuja suavemente hacia el oeste, y tú, a una edad a punto de cumplir, te dejas empujar, llevar, libremente.


Das un paso, y luego otro, así hasta tres, escondes las manos en el abrigo, encoges los hombros de felicidad, cierras los ojos buscando el lado oscuro de las estrellas, y las cuentas, las amas, todas, a la vez. Y así recorres en toda su longitud la interminable avenida de Princess Street, que hoy es toda para ti, y a partir de hoy solo tuya. Con el tiempo detenido por fin, con el frio atravesado de luz, con la extraña sensación de ser tan feliz, tú, tonto de ti, tan solo buscando el lado oscuro de las estrellas...

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