jueves, 27 de septiembre de 2012

Viaje de ida y vuelta



¿Cómo pudimos llegar allí sin conocer el camino? 

Esta es la historia de ese paseo. Que planeamos tanto cuando eramos libres y retrasamos cuando, por fin, podíamos hacerlo. 
Pero ha sido real como todo lo vivido, juro que no ha sido un sueño, porque oí tu voz en mi oído: “despierta, son las nueve, estamos por fin solos, por qué no lo hacemos hoy?”, ¿te refieres al paseo por lo eterno? te contesté.


                                                    


Fue un sábado de otoño,
con la mañana fría
fue temprano, como los deseos,
muy temprano, por qué te amaría.

Y ese lugar debía estar
donde no hubiera sierras
ni ríos, ni ciudades
solo océano, solo azul
solos con nuestras soledades.

Veintitrés años esperando
para dar ese paseo,
la orilla mansa y vacía
y tres caballos blancos, galopando.

Eternidad que nos esperaría
donde siempre la imaginamos
siguiendo la línea de costa.
Justo allí, donde se acaba el tiempo, nos amamos.

Con un sol de nubes blancas
y un inmenso azul delante,
entre dunas y murmullos
lo Eterno fue como amarte.

Y los tres caballos blancos
galopaban de felicidad
el agua clara, la arena tibia
por eso supimos, que era nuestra eternidad.

Volvimos sin mirar atrás
después de cumplir el sueño,
un sábado de otoño y brisa suave,
atrás veintitrés años

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