y fue en un arrebato de liberación, porque ya no pude más, subí furioso, saltando los escalones de tres en tres, se retorció sin dolor de un navajazo limpio, y murió feliz. Acabé por fin con esa loca del quinto, después de 35 años de taconeos provocadores, reproches amargos, gritos por el patio, y de insufribles miradas en el ascensor. Descansa en paz, María del Pensamiento.
Genial micro. Siempre es un placer leerte.
ResponderEliminarSaludos!