domingo, 3 de marzo de 2013

Aceras calladas



Ayer el mundo estaba vacío, mojado, y decidí recorrerlo en asombro, por pura curiosidad, para que nada ni nadie me esperara, para que ninguna duda, ni siquiera un pensamiento de esos que te asaltan al mirar a los lados, pudiera pararme. Avancé aparentando solvencia y como si nada me importara.

Nunca se sabe, en esta trama de callejones de viento y plazas desiertas siempre salta la sorpresa de un recuerdo, de un murmullo falso, de una voz antigua que te engaña. Así es esta jodida ciudad, y entonces recordé tu inexistencia, fue un instante de vaivén de mi pasado, una traición de mi aislada soledad. Sentado en el banco frío y vacío en el que solíamos hablar, sin llegar nunca a tocarnos, te busqué, te llamé, y apareciste lentamente.

Pero no eras tú, no podías ser, recuerdo tus besos más largos, tus palabras no eran robadas, y siempre me mirabas a los ojos mientras me contabas esas historias interminables. La de ayer no me miraba, o lo hacía con otros ojos, su sabor era amargo, y apenas tenía presencia. Sin embargo me contó una historia que me sonaba, lo cual me tranquilizó: eras tú, contándome...

El río no parece un río, durante la noche nevó y es como un camino blanco, los niños lo cruzan entusiasmados, con botas de colores brillantes, todo es luminoso como no lo es ni en verano, es de día y las estrellas brillan con una fuerza inusual. Pasan las nubes a la carrera pero no hace viento en este lugar, el viento ya pasó hace años ¿sabes?, y la gente...la gente no llora aquí, para qué llorar más, dicen.

No hay preguntas, no hay pasado, tampoco palabras malsonantes, ni cuentos de países que desaparecen. No hay dioses ni superiores, no hay creencias, ni habría gente para creerlas. No hay condenas ni preocupaciones, no hacen falta dogmas ni apariencias. ¿Me sigues?...

La ficción se extiende desde las casas hasta el borde del bosque, allí, en la espesura del monte, todo se vuelve irreal y mágico y al caer la noche todos nos reunimos alrededor de hogueras, a beber por los que estáis por llegar...

Entonces ella ya no estaba, pero yo me sentía ligero, animado. Su voz me empujaba, subía por una calle extraña, de tiendas oscuras y aceras calladas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario