martes, 31 de enero de 2012

EL CORREDOR DE LA MUERTE

                                                         
Bob Reborn ha sido condenado a morir de un temblor, electrocutado en la silla eléctrica de la prisión privada de Sudden Death a las afueras de Austin, capital de Texas, por el asesinato de una mujer en octubre de 2003.

Es negro, por supuesto, y lleva ya ocho años recurriendo en todos los tribunales posibles del Estado y de la Unión. Pero ya ha llegado a la última instancia, sin apelación posible, es el CERCMTSUSA, el Comité Especial de Revisiones de Condenas a Muerte del Tribunal Supremo de los Estados Unidos de América. Este Comité está compuesto por siete magistrados ninguno menor de 68 años de edad, nombrados en su mayoría por el Partido Republicano, y todos blancos.

Él se considera inocente en público, realmente no hay pruebas concluyentes que demuestren su culpabilidad, pero en lo más profundo de su conciencia sabe que es culpable aunque no lo haya confesado a nadie.

Su caso se ha convertido en una auténtica pesadilla y obsesión para el Gobernador del Estado, William Awfuliar, quien, desde que compró la silla de última generación hace unos meses, disfruta adictivamente viendo temblar a los malditos criminales. Awfuliar es miembro del Tea Party, modélico padre de familia, con una esposa sumisa y feliz, siete hijos sanos que juegan al beisbol, un inmenso rancho con caballos y vacas, tres todoterrenos imponentes, y es un fervoroso creyente de la Iglesia Anglicana de la Condena Perpetua y del Quinto Cielo, ese a donde quiere mandar de una vez a Bob Reborn.

Además Awfuliar es aspirante a la candidatura a la Presidencia de los Estados Unidos de América, y comienza su campaña en los Caucus de Minnesota unos días después de freir vivo al maldito negro.

Pero Bob Reborn pasa consulta con la Psiquiatra de la prisión todas las semanas, el lunes a las 9 de la mañana, sin fallar ni un solo día durante ocho años. Y se diría que es la psiquiatra la que acude con más ganas a la cita semanal, ya que Bob le aporta la fortaleza mental que necesita para atender a tantos presidiarios desquiciados. Y lo más importante: ella está implicada y comparte todos los detalles del plan de su paciente, el plan es denominado secretamente BAMAR.

La Bomba Atómica con Mecanismo de Accionamiento Retardado.

El plan es conocido también por una reclusa de la prisión de Sudden Death, quien tiene los contactos precisos que harán saltar el mecanismo de accionamiento retardado, que provocará un agujero en el Estado de Texas del tamaño del Cañón del Colorado.

Y no puedo contar más.

lunes, 30 de enero de 2012

Incomprensible e Intextricable Cotidianeidad


                                                                             

Si has conseguido leer el título sigue adelante:


Uno se intenta despegar de la odiosa rutina que se nos pega a diario, y lo hacemos en el momento más débil para esta: el viernes por la tarde. No hace falta mucho esfuerzo para eso, parece que estamos programados para hacerlo automáticamente, en ese momento sin concretar del viernes se tiene la ligera sensación de perder un poco las referencias, en el intento por hacer todo diferente, de llenarse de ocio y actividades agradables,  se deja uno parte de su identidad. 

Y esa sensación de estar en “off”, como flotando, por el divertido y holgazán mundo del fin de semana, se vuelve a perder abruptamente el domingo por la tarde. El fin de semana inventado por el mercado es una quimera, una ilusión óptica, y solo es una realidad tangible para Visa, para el centro comercial y para la autopista de peaje.

El domingo por la tarde, ese es el gran momento de la semana y no el famoso lunes por la mañana, que es otro invento. Es a partir de darnos cuenta por sorpresa de que en unas horas empieza otra semana y, que casualidad, la semana nueva empieza en lunes. Y vuelta a la cotidianeidad, vaya palabra, hay pocas sensaciones tan confusas como la de volver a la cotidianeidad, es un proceso que nos parece irreal quizá porque la palabra sea tan complicada que creemos que no es posible volver a ella; pero sólo tiene que llegar el domingo por la tarde, es imparable.

El desagradable pitido del despertador es como un calambrazo de identidad, como la silla eléctrica de tu condenada personalidad, y ya no hay apelación posible. El salto de la cama te recuerda que edad tienes, ahí en frio caes en la cuenta de que ya no tienes 30 años, y si te quedan dudas, después te vienes a encontrar con ese Yo que ves al otro lado del espejo, con esa cara de bobo y pidiéndote a gritos un poco de crema hidratante, ese también eres tú. 

Y cuando en el ascensor te encuentras a esos vecinos derrotados ya antes de empezar el día, cuando cruzas la avenida por el paso de zebra que te gusta a ti, cuando vas al café y te sientas solo en esa mesa (y no otra), ese eres tú también, poco a poco recuperas tu supuesta identidad. 
Cuando viene la camarera con el café exactamente como te gusta a ti, cuando abres el correo electrónico y entran en tromba esos mensajes que te recuerdan a que te dedicas, cuando el imbécil del portero te dice que tienes una carta certificada de Hacienda, cuando te llama una poeta para preguntarte la hora de la reunión y te recuerda que eres poeta tú también. 

Y así durante cinco interminables e inextricables días, en los que tenemos una falsa convicción de seguridad, durante los que creemos saber quienes somos y que hacemos aquí. Hasta el viernes después de comer, cuando hartos ya de tanta identidad de diario (y de hacer colas en el banco), tiramos la rutina al contenedor enfrente de casa, intentando renovarnos, convertirnos en alguien diferente, y empezamos a flotar por el irreal e incomprensible mundo del fin de semana.

domingo, 29 de enero de 2012

Hoy amaneció sin nubes


Hoy amaneció sin nubes

Me recordó a mi infancia

Cuando todo era limpio

Y no existía la lluvia

Ayer volé por la autopista

Sobre colinas cubiertas

De árboles lejanos

Hoy caminé entre almendros

Bajo un cielo claro

Con una brisa de flores

Que nevaban lentamente

Sobre nosotros

Hoy crucé un arroyo

Qué limpio bajaba

Sobre sus piedras negras

Sin un puente, agua esclava.

Y salté cuatro barrancos

Sin dudar

Ahora que soy adulto

Y no para de llover

Y no paramos de dudar

Sobre tantos problemas

Que no se dejan humedecer

Hoy escribí un poema.

viernes, 27 de enero de 2012

Sextina del Sextante

                                                                                                                   


Suena la blackberry de un magnate

Desnuda en la cubierta su amante

Cuando vira a estribor el yate

Quién le acusa de mangante

Si se quedó todo el rescate

Para invertirlo en circulante



Desde un mercedes negro circulante

Hace y deshace el magnate

Enjoyada y perfumada va su amante

Siempre acude a su rescate

Pero que traidora del mangante

Calentando a los capos en su yate



En Bruselas fue el rescate

Del Estado sacó el circulante

En Wall Street llegó a magnate

París le brindó la amante

El yerno del Rey le regaló el yate

Y en Marbella…. se hizo mangante



Moreno y operado el mangante

Navega poderoso en su yate

Bodegas llenas de circulante

En pelotas toma el sol el magnate

Mientras en Sinatra’s su amante

Se bebe todo el rescate



Zarpa ya el enorme yate

Melena al viento va el mangante

Prepotente como todo magnate

Sin barreras por un mundo circulante

Los mercados fieles y al rescate

Y en el camarote…su amante.



De cama en cama va su amante

Siempre caliente y al rescate

Captando inversores para el mangante

De Chanel a Gucci, de Cartier al yate

Se fue fundiendo el circulante

Incluso se fumó el puro del magnate.



Al fin el yate encalló en un banco de circulante

Mientras el mangante se ahogó en el rescate

Y un nuevo magnate se hundió en los pechos…. de la amante.

miércoles, 25 de enero de 2012

LA GOTA FRÍA


                                                            

Juro que es verdad que hoy tomé café en Lekune con alguien a quien solo trataba en una red social virtual, esas redes donde todos queremos pescar atunes –vamos a decir la verdad- pero donde solo acabamos cogiendo morralla y como mucho salmonetes.

Pero esta reflexión filosófica no va sobre las redes sociales sino sobre este extraordinario personaje que he conocido hoy. Resulta que se quiere establecer en Marbella y está buscando oportunidades y hablando con gente que conozca la ciudad. Ya lleva cuatro viajes de tanteo, y cada vez que viene se junta con individuos que ni conoce ni sabe si le están contando cuentos para estafarlo. 
En este viaje el elegido he sido yo, un humilde y honesto abogado que lo único que sabe es practicar yoga y ser presidente de un club de tarados. 

Él pide un expresso y yo un café con leche, el expresso ya me pone en guardia, no me suelen gustar los tipos que piden esos cafés tan pequeños y negros, no sé porqué. El tipo llevaba un traje intentando aparentar, pero a mí no me la da porque el traje es barato y tiene las marcas brillantes de la tabla de planchar. No llevaba corbata y vestía una camisa a rayas que probablemente le compraron sus padres hace 27 años cuando se graduó. Pero lo peor, el signo fatal, era la camiseta blanca que asomaba debajo de la camisa, con el borde del cuello sucio y de un tejido como de poliéster de saldo. Para rematar el cuadro resulta que se tiñe el pelo.

Tragué saliva cuando nos sentamos, y como ya era tarde para salir corriendo, rogué a la virgen todo el tiempo para que nadie conocido entrara en la cafetería durante el encuentro con este personaje.

Resulta que el tipo es italiano, y cuando le pregunté que dónde vive me soltó que en muchos sitios, que su mujer con el hijo pequeño en Holanda, que él entre Milán y Malta, y el hijo mayor en Toronto, yo le contesté “ah, ya”.  A partir de ahí fue todo coser y cantar, el tío no paró de hablar, todo en inglés, estuvo media hora en la que ni tomó aire, y yo me limitaba a sorber mi café. A mitad ya de la disertación yo había perdido el hilo y cuando llegó a la disyuntiva de si montar una agencia inmobiliaria especializada en casetas de lujo para galgos rusos o una churrería ultramoderna con vistas al mar, yo ya me veía viajando en una nave interestelar a la altura de Andrómeda y unos habitantes con orejas enormes se reían de mí y me hacían cortes de manga.

Cuando conseguí aterrizar de vuelta del viaje espacial que duró varios años luz, el individuo estaba ya pagando los dos cafés y para disimular le pregunté a qué se dedicaba, y va mi me lanza que a “man power recruitment” de asiáticos hambrientos por encargo de hombres de negocio árabes, en ese momento mi hemisferio izquierdo se recalentó y realizó una traducción de urgencia: eso es como trata de esclavos pero en versión ultraliberal anglosajona.
Cuando nos dimos la mano en la calle, se me acercó un poco inclinándose y soltándome todo su tufo me dijo que si quería esta noche ir de copas con él “a divertirnos por ahí”, yo le dije que lo sentía en el corazón pero que esta noche tenía una cena de negocios muy importante.

Volvía, por fin, a mi despacho, y comprobé que me resbalaba una gota fría por la frente. Ese debe ser el fenómeno de la gota fría.

martes, 24 de enero de 2012

Andén Número Cuatro

En una estación de Berlín
Tras un largo amanecer
Suena una melodía sin fin
Que levanta un raro placer
Haciendo vibrar su violín
Toca solitaria una joven mujer.

No hay día en que esta mujer,
Ya una leyenda en Berlín,
Disponga de tanto placer
Que casi no tiene fin
A repartir al amanecer
Templando aquel viejo violín.

Andén número cuatro, al fin
Los trenes no distraen a la mujer
Ya es hora punta en Berlín
Leonard canta por placer
y ella le acompaña al violín,
Su sonido fluye por el amanecer.

Canción del amanecer
Suena un solo violín
Es un sueño de mujer
Que recorre Berlín
Y esculpe huellas de placer
Sobre una ciudad sin fin.

El Sol ya alcanza al cuerpo del violín
Y mata con su luz un largo amanecer
No en cualquier ciudad, solamente en Berlín
No hay billetes en el plato de la mujer
Transeúntes y viajantes, colas sin fin
Humaredas y bufidos, música por placer.

No es por dinero, es por puro placer
Aunque en un principio tal no fuera el fin
La mañana se impone al amanecer
Y se intuye la derrota del violín
Primero a por Manhattan, dice la mujer,
Mañana a por Berlín.

Se levanta Berlín desvelando su placer
Rasgado el amanecer, le toca ya su fin
Al sonido de un violín que parte en tren con la mujer
.


Sextina en honor a la poesía de Leonard Cohen,
redactada por José María Sánchez y Rafael S. Montojo

lunes, 23 de enero de 2012

DESESPERACIÓN


Si yo ya no te quiero
Si tú ni me querías
Y ahora me entero
De que me mentías.
Una gran duna se desmorona
Igual que un gran amor 
Con un soplo de viento
Con una traición.
Cuanto costó una sonrisa
Que árida fue nuestra vida
Que fría es la brisa
Cuando alcanzo la salida.
Cuantas discusiones
Que feliz engaño
Y repartir las posesiones
A final de año.
Para ti tu perro
Para mí el te quiero
Tan falso que me diste
Que lo escondí en tu joyero.
No echaré de menos
Tu perfume, ni a tu madre
Los odié cada momento
Tápala para que no ladre!.
Cuanto tiempo perdido
Cuanto beso en el espigón
Cuanto paseo falso
Y tu padre, ese cabrón.
Necesito aire
Quiero libertad
Vete lejos
Vete ya!
Necesito respirar la brisa
Al final de la ensenada
Siempre tuviste prisa
Nunca fuiste mi amada
Adiós
Te quiero
Mentira
Adiós.

viernes, 20 de enero de 2012

SURYA NAMASKAR


                                                                                                                                                                      

Hoy es el primer día de mi vida que salgo en mi bicicleta de plata siendo aún tan oscuro y solitario ahí fuera. Mi ropa de montar es completamente negra, y la combinación es inquietante, una bicicleta fantasma recorriendo en silencio unas calles desiertas. Solamente el brillo que emiten los radios de las ruedas era la débil señal de que algo se mueve por el aire.


Al salir al paseo junto a la orilla sentí algo diferente, ni rastro de la luz que normalmente se intuye en la línea del horizonte, allí detrás, hoy sólo humedad y frio, y mucha oscuridad, temí haberlo perdido para siempre. Aceleré instintivamente como huyendo de tanta negrura. Buscaba con los ojos medio cerrados los sitios comunes de referencia, incluso me buscaba a mi mismo, pero tanta ropa negra me hacía invisible. 


Cuando la quietud era ya total, silencio ajeno a la ciudad, llegué a un sitio donde murmuró un suave oleaje que despertaba con delicadeza a una arena todavía dormida y sin pisar. Allí sí era, donde cada amanecer me bajo de la bicicleta y lo saludo. 


Pero para mi sorpresa escuché una conversación. Eran dos figuras negras, como yo, a los que sólo se les distinguía por las tres rayas blancas del chándal y una conversación en voz baja. Me giré hacia el Sur dando la espalda a esos fantasmas que me ignoraban pensando que yo sería otro más.


Y de repente se elevó una tímida vibración de luz negra, invisible, y después una leve ráfaga de haces de luz morada, que dejaron paso a un resplandor rojo púrpura que se acercó hasta mí subido en una ola que se paró a mis pies. 


Y allí salía por fin, enorme, como un gigante que se despereza, elevándose lentamente, consciente él de ser el único que se mueve en el mundo, luchando contra la inmensa oscuridad del Mar. Pero con luz propia, ya naranja fuego, apartando con su mano a esas nubes tercas que siempre se agarran al horizonte.


Los ancianos ya habían desparecido, sólo estaban allí para verlo amanecer, como yo, como él.


Surya Namaskar, bicicleta de plata y vuelta a la realidad.



jueves, 19 de enero de 2012

El Mar desde la azotea (2)


                                               
Nuestra azotea es la más alta de la Calle de la Luz, tanto que desde ella se puede ver el Mediterráneo hacia la izquierda y el Atlántico a la derecha.
En los días claros, la mayoría, se divisa la costa de Marruecos al Sur, adivinándose hasta sus pueblos y colinas, carreteritas y puertos. Y en medio, un interminable tráfico de barcos de todo tipo, “ferrys” de ritmo frenético que cruzan de Norte a Sur y cargueros enormes de marcha muy lenta de Este a Oeste. Veleros con mucho valor luchando contra las corrientes se las ven y las desean para pasar del Mar al Océano, y los barquitos de pescadores como muertos de miedo subiendo y bajando por las olas y que nunca se alejan del puerto.


Allí me puedo pasar las horas muertas y hasta el día entero si me lo propongo (y si mi madre ó la abuela se olvidan de mí), absorto con el espectáculo que se desarrolla en el horizonte, como una película sin personajes, con sonidos pero sin diálogos, pero que te captura desde el comienzo, hasta que se pone el Sol.


Esto es Tarifa, un pueblo de gente chiflada, donde da mucho el Sol, y el viento no nos deja ni un momento.

Pero no me puedo pasar el día en la azotea, a mí edad, que ya son 12 años, las obligaciones son interminables, a veces agobiantes. No me dejan tranquilo: “niño, a la vuelta de colegio te traes dos barras de pan moreno de la panadería de la Luisa y de paso le pagas los roscos de vino de antes de ayer”, “niño, cuando termines los deberes te pasas por la mercería y recoges el encargo de tu abuela”, niño esto, niño lo otro.


La azotea es la tercera altura de nuestra casa y se llega después de un viaje interminable por unas escaleras de mármol claro, hierro forjado pintado de blanco, y un pasamanos muy suave de madera oscura y barnizada sobre la que deslizo mi mano con gustito cuando subo y bajo. Las escaleras empiezan a enroscarse en una esquina del patio, allí abajo, y se hacen más estrechas en la última subida, desde la galería hasta dar con la puertecita de madera verde que parece estar hecha para enanos.


Hay mejores casas en el pueblo, sobre todo en la Calle de la Luz, pero la mía, la número 16 de la Calle del Castillo, es especial.

Hoy la aguela Paca
me mandó un mandao
vete an ca la Juana
a comprar pescao.






miércoles, 18 de enero de 2012

VALORES, ANDALUCÍA, MIERDA.


                                                                             

Puertas que se abren repentinamente empujadas por una ráfaga invisible, invisible la persona que se sienta a tu lado, lado de tu vida que no deja la escritura, escritura de poemas latigazos al desamor, desamor de enamorados que se cogieron de la mano, mano cálida que empuña el lápiz, lápiz del 0,5 que te marca para siempre, siempre esperando que te llame ella, ella aparece cuando no la necesitas, necesitas cada vez menos, menos que te queda en este mundo, mundo canalla en el abismo, abismo de mercados y bolsas de valores, Valores?.


Escribir todo lo que tienes que contar, contarlo ya y no dejarlo para la semana que viene, viene el chaval de la papelería, papelería donde encargaste ese maravilloso cuaderno rojo, rojo por leer el país, país tomado y sacudido, sacudido por la prima de riesgo, riesgo de perder Andalucía, Andalucía.


Malditos turistas que escriben en la Alhambra, Alhambra nazarí que se cae a besos, besos de una mujer empujada a la alberca, alberca que refleja la ira del visir, visir traicionado por orgullosos cristianos, cristianos sometidos al dictado de un palacio, palacio que acoge dos agencias de calificación, calificación que hunde familias en la mierda, Mierda!.

Counting, Sitting, Writing


                                       
I didn’t reach the sky

in the night, when I woke up

can you tell me why?



I got on my red bike

early  in the morning

when the Sea was quiet

the Sun was orange

and the air light



Sitting on the cold sand

I put my feet in the water

imagined I touched your hand

and reached the sky



Then I saw people

just living the days
and counting time,

Lonely & waiting

Late & counting

Sitting & writing

beautiful stories,

I wish they were mine





lunes, 16 de enero de 2012

Memorias de Málaga


                                                                              
No soporto viajar en autobús, lo paso mal, incluso si se trata sólo de entrar en una estación para recoger o llevar un familiar o un amigo, no lo puedo evitar, miro los autobuses que entran y salen con un sentimiento de pérdida, de melancolía. Es similar al que se siente cuando se te muere el perro, o el gato, y te juras que no vuelves a tener otro en tu vida para no repetir ese sufrimiento otra vez. Y eso me pasó a mí con un autobús, sí, un autobús….


Era en la Málaga de los años 70, yo tenía 12 años, y todas las mañanas lo veía asomar su morro por el semáforo que le daba entrada a mi calle, venía ya cargado de la parada anterior en el Muelle de Heredia, en mi parada de la calle Cuarteles éramos solamente mi hermano mayor, dos niños vecinos muy antipáticos y yo. A esa edad en la parada del colegio no se hablaba de nada, no había conversación, se jugaba a algo (las chapas en el suelo principalmente) o se miraba al infinito. Yo pensaba en el autobús, que en cualquier momento entraría en nuestra calle con su cara metálica (esa gran sonrisa cromada siempre puesta), unos ojillos redondos que te hacían cerrar un poco los tuyos también, y esa enorme frente de cristal dividida en dos, cada lado con su limpia-parabrisas que en los días escasos de lluvia tardaban una eternidad en recorrer su parte, haciendo chirriar la goma.


Era nada menos que un Pegaso modelo 5010 de transporte urbano mínimamente adaptado al trasporte escolar, y digo mínimamente porque realmente creo que lo único que lo distinguía de sus parientes que andaban por Málaga era el cartelito metido en una urna en su frente: Colegio Los Olivos.


Me gustaba todo de él, la frente y la zaga redondeados, nada de las aburridas líneas rectas de los finales de los 70. Las puertas laterales en acordeón - eso era lo mejor!- que en las paradas y a la orden del chofer -con un simple botón- se abrían haciendo un ruido como el aire que salía de la olla express de mi madre al quitarle la válvula. Me gustaban los sencillos asientos de madera muy fina, como de chapón barnizado, individuales, duros como piedras. Las enormes ventanas con esquinas redondeadas (también), los asideros que recorrían el pasillo de punta a punta pegados al techo y que nunca vi usar a nadie, se reirían de ti si lo hicieras (a esa edad hay mucha crueldad), el suelo de metal rallado y con bultitos. Me gustaba todo. Era divertido, como coger un autobús urbano para ir al mercado o al centro con mi madre en vez de ir al colegio!. 


Y tenía nombre, la Ronbacardí, nombre que llevaba imprimido en letras enormes en sus dos costados, orgullosa lo enseñaba por toda la ciudad, y más orgulloso me sentía yo de ir montado en ella. La Ronbacardí era mujer, una mujer ya muy entrada en años que al salir de los semáforos se le retorcían las tripas -y eso que Juan el chofer la trataba con mimo- y se quejaba. Era lo que más le costaba, arrancar. Una vez lanzada, recorría muy ligera las interminables avenidas y arrabales de esa Málaga en crecimiento, y su alegría se contagiaba a los niños que le cantábamos a Juan una canción con rima: “para ser conductor de primera, acelera, acelera, para ser conductor de segunda, ten cuidado con las curvas, para ser conductor de tercera, ten cuidado con la acera”, y así hasta llegar a cinco ó seis, que yo recuerde.
Lo amargo llegaba al final del viaje cuando teníamos que subir las colinas con olivos del Puerto de la Torre, ahí la edad de la Ronbacardí quedaba en evidencia y los demás autobuses nos adelantaban sin piedad (sobre todo el modernísimo autobús de la ruta de Torremolinos) y llegábamos siempre los últimos y humillados al colegio.   


Y todo hasta que una rarísima mañana de otoño del año 1975 -creo que era 20 de noviembre- mis padres se tomaron el desayuno en silencio y con unas caras como de miedo, en la radio sólo sonaba música clásica y hasta los niños mayores del autobús iban calladísimos. Ese fue el último día que recuerdo de mi querida Ronbacardí. Cuando llegamos al colegio, los curas, como pajarracos negros envueltos en enormes sotanas agitadas por el viento, hacían señales a los conductores para que volvieran directamente para la ciudad. Era día de luto porque había muerto un tal Franco, según me dijo mi hermano. 
Y ahí se acaban bruscamente los recuerdos de mi autobús. Después llegaron las cosas en color, las líneas rectas, la democracia, y nos fuimos a vivir a una ciudad abarrotada de gente y sin Mar, Madrid, donde a mí no se me había perdido nada.







domingo, 15 de enero de 2012

Por la corriente de la acequia

Esta mañana, de muy temprano, llegó una carta sellada. La trajo Luisillo, el nuevo cartero que reparte desde el Carril del Picón hacia las huertas.
Cuando vi su letra, su caligrafía preciosa, me dio un vuelco el corazón, me quise morir. No puede ser!, Dios mío no puede ser! Si a mi señorito lo mataron hace tres días!.
En la casa llevamos de luto tres eternos días, con tres noches oscuras de pesadillas. El primer día fue de horror, de que nadie se lo creía, de espanto y dolor desgarrado. Después vino un silencio denso, la penumbra, las cortinas echadas, el no salir para nada.
Yo soy la única que sale a hacer los mandados, la que hace las tareas de la casa. Y ahora que hago yo con esta carta de mi señorito?, me tiene angustiada, llevo toda la mañana sin saber qué hacer con ella. La entrego a los señores? O mejor a sus hermanos?.
He servido el desayuno en el cuarto de la chimenea, después puse la comida pero no me atreví a mirar a la cara a nadie. Voy como una loca sin quitar la mirada de los dibujitos de las baldosas de la casa.
La entregaré a los señores después de recoger la mesa, cuando les sirva el café. O mejor no, esperaré a después de la siesta, pero como lo voy a hacer, si los voy a matar del disgusto. No he tenido valor suficiente.
Me quito el delantal y salgo de la casa por la puerta de la cocina, la que da a la huerta, por entre higueras que lloran y dos chopos solitarios llego a la acequia, y veo como el sobre cerrado ondea ya sobre la corriente que va rápida hacia el Rio, ese rio que mi señorito nombra tanto en sus historia, y lloro, lloro como jamás lo he hecho en mi vida.
Y mientras las lágrimas me nublan todo, le oigo decir:
“Frasquita, tata querida, sabes que estoy en la casa de los Rosales, pero ya no me puedo esconder más, mañana de madrugada me llevarán, en un camión gris. Tú ya sabes quienes son, esas familias de esta miserable ciudad”.
“Tú sabes por qué, por contar historias de ríos, de álamos, de gitanas desnudas y de la Vega. Que por escribir poesía me van a matar. Me matan por no ser como ellos, por imaginar más allá, por querer llevar la cultura a la plaza de los pueblos y escuela a los hijos de los jornaleros”.
“Tata, quién va a nombrar ahora las riveras del Genil, el olor de los arrayanes, los verdes olivares, las choperas de la vega y los paseos tristes de esta triste ciudad?”.
“Tata, tira esta carta a la acequia que corre detrás de nuestra huerta, que la corriente la lleve al rio y que el rio la pierda en el Mar”.

viernes, 13 de enero de 2012

Poema de Invierno. Granada

                                                                                         


Leve luz de invierno

Breve poema

Tu mirada se cruzaba

Con la mía

Tú estabas enamorada,

Lo sabía

Te conocí en la calle,

Cualquier día,

En la puerta de un restaurante,

Tú salías

En la Plaza de la Trinidad,

Donde solía

Esperarte en la oscuridad

De las tardes de Granada.



Y caí rendido

Yo, todo un ejecutivo

A tus pies caí

Y aún me tienes, cautivo.



Nuestras miradas

Se siguen cruzando

20 años no es nada

Y te sigo

Te sigo buscando

Por las placitas oscuras

De Granada