viernes, 20 de enero de 2012

SURYA NAMASKAR


                                                                                                                                                                      

Hoy es el primer día de mi vida que salgo en mi bicicleta de plata siendo aún tan oscuro y solitario ahí fuera. Mi ropa de montar es completamente negra, y la combinación es inquietante, una bicicleta fantasma recorriendo en silencio unas calles desiertas. Solamente el brillo que emiten los radios de las ruedas era la débil señal de que algo se mueve por el aire.


Al salir al paseo junto a la orilla sentí algo diferente, ni rastro de la luz que normalmente se intuye en la línea del horizonte, allí detrás, hoy sólo humedad y frio, y mucha oscuridad, temí haberlo perdido para siempre. Aceleré instintivamente como huyendo de tanta negrura. Buscaba con los ojos medio cerrados los sitios comunes de referencia, incluso me buscaba a mi mismo, pero tanta ropa negra me hacía invisible. 


Cuando la quietud era ya total, silencio ajeno a la ciudad, llegué a un sitio donde murmuró un suave oleaje que despertaba con delicadeza a una arena todavía dormida y sin pisar. Allí sí era, donde cada amanecer me bajo de la bicicleta y lo saludo. 


Pero para mi sorpresa escuché una conversación. Eran dos figuras negras, como yo, a los que sólo se les distinguía por las tres rayas blancas del chándal y una conversación en voz baja. Me giré hacia el Sur dando la espalda a esos fantasmas que me ignoraban pensando que yo sería otro más.


Y de repente se elevó una tímida vibración de luz negra, invisible, y después una leve ráfaga de haces de luz morada, que dejaron paso a un resplandor rojo púrpura que se acercó hasta mí subido en una ola que se paró a mis pies. 


Y allí salía por fin, enorme, como un gigante que se despereza, elevándose lentamente, consciente él de ser el único que se mueve en el mundo, luchando contra la inmensa oscuridad del Mar. Pero con luz propia, ya naranja fuego, apartando con su mano a esas nubes tercas que siempre se agarran al horizonte.


Los ancianos ya habían desparecido, sólo estaban allí para verlo amanecer, como yo, como él.


Surya Namaskar, bicicleta de plata y vuelta a la realidad.



3 comentarios:

  1. Curiosa manera de relatar un amanecer, un levantarse pronto e ir al encuentro entre el sol y tú.

    Leía y leía, todo era oscuridad, de un negro impenetrable. Iba avanzando junto con tus palabras y no dejaban que intuyera nada, hasta unas pocas líneas para el final.
    Entonces ya me dí cuenta del qué de la historia, pero como estaba tan perdida y concentrada en el relato intentando averiguar el qué, ni me acordaba de lo leído, por lo que ya sabiendo lo que denía buscar, he vuelto a leer la historia y he podido disfrutar de ella de forma plena.

    Eres un crack para mantener en vilo al lector ee o al menos a mi me ha pasado, no me he percatado de adonde me llevabas, solo que para saber, no me quedaba otra opción que avanzar, aunque fuera a tientas jeje

    Ten un hermoso fin de semana querido, besitos azules muassssssssssss

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    1. Gracias Kanet, fiel lectora de mi blog, te tendré en cuenta a final de año en la entrega de premios que tengo planeada. A tí y a Elena también que es muy leal y buena amiga y con la que me río que no veas.

      Besos, buen finde para todos! muassssssss JM

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  2. Un amanecer inquietante... Una de las pocas cosas hermosas que le queda a este lugar y no pretendo levantar polémicas, solo es mi percepción de esta isla llena de desamparados, son alguno de sus amaneceres. Y también sus atardeceres cuando el cielo de pinta de púrpura.

    Has conseguido transmitir la inquietud de la presencia, fantasmal, del ciclista solitario e invisible sobre su montura, cuyo brillo plateado contrasta con fuerza con la figura oscura que la monta y pedalea. Me ha gustado mucho otro contraste, y es la explosión de claridad cuando roja y púrpura cuando el gigante despierta y las ropas negras del ciclista pueden verse sin dificultad. Parece borrar de un plumazo la penumbra en la que te introduce el relato en su comienzo y la sensación que se te queda es la propicia para empezar el día. Sin penumbras ni fantasmas que alimenten temores.

    Reconozco que tengo la poca vergüenza de copiar lo que he dejado en los urbanos, pero como es la misma entrada, difícil tengo entenderla de otra forma. ^_^.

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