jueves, 19 de enero de 2012

El Mar desde la azotea (2)


                                               
Nuestra azotea es la más alta de la Calle de la Luz, tanto que desde ella se puede ver el Mediterráneo hacia la izquierda y el Atlántico a la derecha.
En los días claros, la mayoría, se divisa la costa de Marruecos al Sur, adivinándose hasta sus pueblos y colinas, carreteritas y puertos. Y en medio, un interminable tráfico de barcos de todo tipo, “ferrys” de ritmo frenético que cruzan de Norte a Sur y cargueros enormes de marcha muy lenta de Este a Oeste. Veleros con mucho valor luchando contra las corrientes se las ven y las desean para pasar del Mar al Océano, y los barquitos de pescadores como muertos de miedo subiendo y bajando por las olas y que nunca se alejan del puerto.


Allí me puedo pasar las horas muertas y hasta el día entero si me lo propongo (y si mi madre ó la abuela se olvidan de mí), absorto con el espectáculo que se desarrolla en el horizonte, como una película sin personajes, con sonidos pero sin diálogos, pero que te captura desde el comienzo, hasta que se pone el Sol.


Esto es Tarifa, un pueblo de gente chiflada, donde da mucho el Sol, y el viento no nos deja ni un momento.

Pero no me puedo pasar el día en la azotea, a mí edad, que ya son 12 años, las obligaciones son interminables, a veces agobiantes. No me dejan tranquilo: “niño, a la vuelta de colegio te traes dos barras de pan moreno de la panadería de la Luisa y de paso le pagas los roscos de vino de antes de ayer”, “niño, cuando termines los deberes te pasas por la mercería y recoges el encargo de tu abuela”, niño esto, niño lo otro.


La azotea es la tercera altura de nuestra casa y se llega después de un viaje interminable por unas escaleras de mármol claro, hierro forjado pintado de blanco, y un pasamanos muy suave de madera oscura y barnizada sobre la que deslizo mi mano con gustito cuando subo y bajo. Las escaleras empiezan a enroscarse en una esquina del patio, allí abajo, y se hacen más estrechas en la última subida, desde la galería hasta dar con la puertecita de madera verde que parece estar hecha para enanos.


Hay mejores casas en el pueblo, sobre todo en la Calle de la Luz, pero la mía, la número 16 de la Calle del Castillo, es especial.

Hoy la aguela Paca
me mandó un mandao
vete an ca la Juana
a comprar pescao.






3 comentarios:

  1. Hola José María, es muy emotivo este relato.
    Se rememora una etapa en que se ha sentido mucho placer por todas esas pequeñas cosas que hacían que disfrutara ese niño (no sé si hablas en primera persona o no)
    No es la primera vez que nos relatas vivencias desde Tarifa, creo que te he leído que es tu refugio cuando quieres escapar de todo.
    Tú y tu libreta deambulando por esas callejuelas, plazoletas, playas y rincones hermosos de tu Tarifa.
    Y he aquí el resultado de ello. Precioso.

    Ten una buena noche querido, besitos azules muassssssssssss

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    1. No hay nada como una libreta roja y un lápiz del 0,5. Y un poquito de esfuerzo...
      gracias y espero que te encuentres mejor hoy y veamos a la Kanet de siempre.

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    2. Gracias, sí, estoy mejor, aún arrastro un poco de dolor de cabeza pero no es nada. Fue un día de fuertes emociones, pero la culpa es mía ee en ese instante no lo vi pero ya si.
      No debo involucrarme tanto en un sitio ajeno.

      Ten un hermoso día querido, besitos azules muasssssssss

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